La mañana empieza, temprano, con los productores de El Parquímetro trabajando para que, al llegar, Fernando Peña tenga sus guiones, sus recortes periodísticos, todo listo para que la bestia creativa pueda dar rienda suelta a sus mutaciones. Iván le selecciona artículos sobre moda y tendencias para Roberto Flores... Disparadores para la ira de Delia de Fernández; sociales o crónicas de alcurnia para Rivoira; noticias de tecnología para Jonathan, para que Peña demuestre que de lo que se trata es de variar el punto de vista y ser antes que humorista, guionista, conductor y afines, un buen cronista atento a la complejidad de un tejido social. “Es imposible –asume un productor– hacerle respetar un guión. El lee a los pedos, hay que resumirle, puntearle, porque después va inventando sobre el tema. Darle cinco líneas corridas no tiene sentido, porque no lo va a leer.” Entonces, lo que se le entrega es lo más parecido a su sistema de razonamiento: un cuadro sinóptico desprolijo, una sintaxis imposible de oraciones sin verbo, inconclusas... una secuencia de ideas inconexas que se adapta a lo que podría estar ocurriendo en esa cabeza.
Otro productor, Santiago, cuenta que a Peña le interesa especialmente que le entreguen información sobre Lágrima Ríos y el Negro Rada, sus cantantes preferidos. Cotizan bien artículos sobre gays para que comente Roberto Flores, y sobre algún fascista para Delia de Fernández. Durante el programa, otro hábil productor (Lucas Ribaudo) acondiciona el aire con un sinfín de efectos que convierten al monólogo en un show cómico-teatral de sketches, pero en la radio. Sobre las variaciones del 2006, luego de seis temporadas en el aire, el equipo coincide en que los pisos son más cortos, la música es sólo en inglés, Peña no puede poner música... Se programan cinco temas por hora, y él está más concentrado. “Pensamos que iba a aguantar mucho menos de lo que está aguantando”, confiesa uno. Entre las criaturas con mayor protagonismo figura el nerd Jonathan Bermúdez, todo el día frente a la computadora. Se cansó, en cambio, de Rivoira Lynch, y lo limitó a una sola hora por semana, los jueves de 9 a 10, en el subprograma Gente como uno. “Fernando saca al entrevistado de su conciencia de estar hablando en público”, asume el productor, asombrado de todo lo que le hizo decir –el viernes pasado, en la entrevista hit de lo que va del 2006– a la conductora Carla Conte.
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