Sáb 21.08.2010
espectaculos

TEATRO › EL DEPORTE Y LA IDENTIDAD NACIONAL

Ser argentino

–¿Practica boxeo?

–No, pero me gusta y lo veo. Tengo debilidad por el fútbol y el boxeo, que tiene mala prensa. Es un ritual que excede el campo de lo deportivo, mantiene su carácter marginal y se basa en la idea de infligir daño. La agresividad cumple un papel. Sobre esto escribió el austríaco Konrad Lorenz, que era zoólogo. El fútbol me gusta: con el buen jugador reaparece el mito, en el sentido de que abre campo a la identificación. Al ver a un jugador extraordinario en la cancha, uno se siente inmediatamente argentino. Nosotros experimentamos esa emoción cuando nos invitaron a festivales extranjeros. Un poco en broma y un poco en serio, nos decíamos que actuábamos por la camiseta. En esos momentos recuperábamos el orgullo de ser argentinos. Recuerdo el Festival Internacional de Madrid, de 1989, adonde llevamos Postales argentinas, con Pompeyo Audivert, María José Gabin y otros compañeros. Habían sido invitados la Royal Shakespeare Company; Tadeusz Kantor, con su grupo Cricot 2; y el Teatro Rustaveli, de Georgia. Entre toda esa gente importante estaba el Sportivo Teatral. Nos reconocíamos como una patrulla perdida en el desierto, pero con un gran sentimiento de pertenencia a la Argentina. Antes de presentarnos, decíamos: “Ahora va a salir el equipito argentino”. Era bueno, porque uno trabajaba con ese sentimiento, y trabajaba con orgullo.

–¿Se preguntó sobre la razón de ese sentimiento?

–Uno quiere tener un país, un soporte, una querencia, algo que lo identifique. La patria debería ser el cuerpo social colectivo en el cual todos podamos trabajar. Así como en el teatro uno quiere tener el dominio sobre su cuerpo, como ciudadano quiere tener un país. Por eso nos violentamos cuando la patria es “sustraída” por los poderosos, cuando son éstos los que se apropian del cuerpo social, de sus potencias y creencias, y de nuestro derecho a ser también dueños. Violentan nuestra naturaleza y nuestro trabajo, más allá de si lo político es o no “el tema” en nuestro teatro; que no lo es, porque entonces caeríamos en la presunción de que si decimos cosas correctas, la obra será interesante; y cuando se busca esa corrección, el teatro puede llegar a ser aburridísimo y conservador.

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