TEATRO › OPINIóN
› Por Ricardo Talento *
La adolescencia es un período en la vida de los seres humanos en el que se despiertan profundas vocaciones y se prueban formas de construcción que luego se repiten a lo largo de la vida. Desarrollar la creatividad en este período donde supuestamente estamos entrando al mundo de la “gente seria” es un desafío que puede marcarnos para siempre; abordar la vida desde lo lúdico, lo creativo, haga lo que se haga, es una puerta a imaginar ese otro mundo posible que todos deseamos. El teatro es quizá la última ceremonia celebrativa que le queda al ser humano, y en esto radica su importancia y el compromiso de realizarlo no como un acto de simple exhibicionismo sino como un profundo acto de comunicación. Para esto se necesita lo colectivo: desde quien lo hace y desde quien lo recibe quedan afuera los egos individuales y es necesaria la energía de lo grupal.
Que cientos de adolescente hayan elegido al teatro como forma de comunicación es un hecho realmente auspicioso. Pero como los parámetros de construcción en el mundo que vivimos apuntan a lo contrario, al “destaque” personal, al artista individual con su obra como una mercancía más, a no necesitar supuestamente del otro y desconfiar de la construcción colectiva, empiezo situando al teatro en su profunda dimensión y saludando este encuentro de adolescentes “teatreros” prendiendo una luz de alerta. Simplemente eso... Nada más que una pequeña luz de alerta sobre el cómo y el para qué del hacer.
* Director. Creador del grupo de teatro Los Calandracas y fundador del Circuito Cultural Barracas.
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