MUSICA › UN PROYECTO QUE DURO TRES MESES
Corría el año 2008, la gestión del PRO en la ciudad de Buenos Aires apenas comenzaba y parte del ambiente cultural porteño miraba el futuro con desconfianza. En ese contexto, los conservatorios municipales se llenaron de carteles que anunciaban, para sorpresa de muchos, el llamado a audiciones para la conformación de un nuevo organismo estudiantil: la Orquesta de Cámara de la ciudad, un proyecto de avanzada que sus ex integrantes recuerdan con cariño, pero que en sólo cinco meses se perdió en un mar de internas políticas, problemas presupuestarios y, sobre todo, muchas dudas.
La propuesta era tentadora: además de participar de una empresa de calidad artística excepcional, garantizada por su director, Gustavo Fontana, con clases individuales dictadas por los mejores exponentes de cada instrumento de la Argentina y formaciones más pequeñas para interpretar música de cámara, el plan representaba para muchos de sus integrantes algo así como el primer trabajo como músico, con un sueldo de 700 pesos mensuales. “Seguía modelo de la Orquesta Mahler de Claudio Abaddo, una agrupación juvenil en la que se formaron grandes músicos europeos”, relata un empleado del Gobierno de la Ciudad que prefirió no identificarse. Y agrega: “Se prometieron giras y maestros invitados de importancia internacional, pero nada de eso ocurrió”.
Los ingresantes, por riguroso concurso, dejaron puestos en otras agrupaciones estudiantiles de menor jerarquía e incluso en la Académica del Colón, que ya empezaba a tener dificultades. En los pasillos de los conservatorios, el rumor era que la idea consistía en desmantelar este último organismo y reemplazarlo por el nuevo. La sede del conjunto sería el recién restaurado teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza, el Petit Colón, como se lo llamaba en aquel momento. Pero, misteriosamente, los ensayos nunca se realizaron ahí sino en el Club Ciudad de Buenos Aires. Antes de que comenzara la actividad, ya se sentían las primeras señales de alarma: con el objetivo manifiesto de ahorrar 7 millones de pesos, la Subsecretaría de Gestión Cultural, de la que dependía el nuevo organismo, fue desmantelada. Los medios insinuaban que la decisión estaba vinculada con ciertas desavenencias entre su titular, Pablo Batalla, y el ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Aunque nadie se atreve a aseverarlo, muchos de los consultados coinciden en que es probable que esa interna haya sellado el futuro del nuevo organismo.
“Empezamos en agosto de 2009 y en diciembre se terminó”, relata su director. En todo ese tiempo, ninguna beca fue pagada. “Ya teníamos preparado el primer concierto para tocar en la Comunidad Amijaí; entonces los chicos dijeron: ‘Si no paramos ahora, no vamos a cobrar nunca’”, explica. Fontana, que asegura no haber recibido ni siquiera su sueldo, confiesa que tres años después sigue reclamando los pagos de los alumnos: “El jefe de Gobierno me dijo personalmente que lo iba a solucionar, pero que reabrir la orquesta en este momento sería presupuestariamente imposible”. Según el músico, el costo anual para mantener la iniciativa en funcionamiento es de 350 mil pesos. Después del concierto en el Obelisco con la West-Eastern Divan Orchestra, Daniel Barenboim advirtió: “Es necesario que los gobiernos, en lugar de lamentarse de que la cultura es muy cara, inviertan en educación musical”. La orquesta de la Scala de Milán, que dirigió horas después en el Teatro Colón, le costó a la ciudad 300 mil pesos, según informó a la prensa el titular del coliseo, José Pablo García Caffi.
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