Desde su lugar de actriz, Juliette Binoche conoce muy bien el mundo de los directores de cine. Tanto como para que se le plantee la posibilidad de ponerse ella misma detrás de la cámara.

–¿Le gustaría dirigir?

–Yo siempre admiré a mis directores, los escuché y aprendí observando su forma de tomar decisiones. Pero por ahora, tengo otra vía para canalizar mi pasión creativa. Algún día probablemente dirigiré, eso lo dirá el tiempo. Pero será una necesidad, será la única manera de expresarlo.

–¿Colabora con sus directores, sugiere cosas?

–Algunos directores te dan espacio, otros no. Yo no sería controladora, podría –como actriz– entender sus sentimientos, sus emociones. Podría dirigir a un pedazo de madera. Tiene que ver con estar con la persona, acompañarla..., yo sería bueno para manejarlos, pero tenés que tener una visión, una idea específica de lo que querés decir. Diría lo mismo que Susan Sarandon cuando le preguntaron lo mismo: yo dirijo a mi familia y ya es suficiente. Me cuesta dejarlos cuando viajo, no lo hago por más de diez días.

–¿Y como profesora, cómo se imagina?

–Eso sé que lo haría muy bien: sé ayudar a que tomen coraje, acompañarlos, enseñarles a manejarse con sus sentimientos sin esperar que las indicaciones me las dé el director. Es un actor el que debe enseñar a actuar, a guiar, a explicar cómo debe componerse un personaje. No sé qué irá a pasar en el futuro. Vivo en el presente. No sé si me retiraré joven o seguiré hasta los 80. Conozco actores que cambiaron de vida, se fueron, pero no puedo proyectar a largo plazo.