TEATRO
“El desertor”, “Los alegres carniceros”, “El vals de las bombas atómicas”, “Qué asco de progreso”, “Pégame Johnny”, “Soy pijo”, “No os caséis muchachas”, “Un buen par de hostias”, “Cinematógrafo” y “No estoy aquí pa’ volverme a marchar”, son las diez canciones que el dúo interpreta a lo largo del espectáculo. Títulos elocuentes que anuncian la atmósfera corrosiva de la pieza. Para el director, la obra musical de Vian es aún más atractiva que la literaria. Según anuncia, este puñado de melodías crean micromundos que en pocos minutos sugieren situaciones intensas, mordaces, algunas delirantes, otras posibles. Castrillo las tradujo respetando al máximo la intencionalidad del autor y contó con el aporte de Miguel Angel Remiro para la música y los arreglos. Las seis funciones porteñas son una buena oportunidad para acercarse a la zona menos conocida del mundo creativo de Vian, que sin embargo lo mantuvo activo desde siempre. A los 20 años y junto a sus hermanos ya integraba una orquesta de jazz con repertorio norteamericano. Más tarde, en el diario Combat, que dirigía Albert Camus, fue crítico de jazz, y llegó a conocer a grandes como Duke Ellington, Charlie Parker y Miles Davis. Compuso una ópera (El caballero de las nieves), grabó un disco y hasta salió de gira. Varias de sus canciones generaron el rechazo de un vasto sector de la sociedad francesa, especialmente “El desertor”, himno pacifista que proclama dejar las armas en tiempos en que Francia tenía problemas en la ocupación de Argelia.
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