LITERATURA
“El libro va más adelante que yo”, dice Silvia Jurovietzky, la docente y poeta que nació en 1962. “Giribone 850, el libro de poesía, tiene resueltas cosas que yo, hasta el día de hoy, no las puedo resolver tan bien como lo hace el libro”, agrega la autora de los poemarios Un guisante bajo el colchón (2002) y Panaderos (2007).
–Se podría decir que padeció una doble “discriminación”. Por un lado, la de ser tratada como “ocupa, usurpadora”; por otro, al interior de este edificio, es la “erudita” y “letrada”.
–Uno tiene la ilusión de la comunidad; es muy fuerte esa ilusión y hay momentos en que funciona. Yo era buena para tratar con los abogados, pero al mismo tiempo era vista por algunas mujeres como “muy peligrosa” (risas). Yo soy feminista y en los momentos en que estuve separada y venía un hombre que me ayudaba con los arreglos y le pagaba, se rumoreaba que me acostaba con él. También fui profesora particular de muchos chicos de acá –hoy uno es arquitecto, otro es instrumentista–, y empezó a pasar algo a nivel barrial. Decían que había una profesora buena. Di clases a la gente del barrio; al principio les daba cosa subir hasta el tercer piso, pero una vez que subís y bajás un par de veces, el cuerpo se acostumbra (risas). Igual me cuesta pensarme a mí misma como marginal. Yo me siento en el centro, aprovechando lo que me vino de cada lugar, en una colocación que me hizo fuerte. Pero con mucho dolor.
Cuando Jurovietzky tenía que traer a una amiga, amigo o novio a su casa daba unas cuantas vueltas. “Ahora digo que vivo en Giribone sin ningún problema. Pero antes era todo un rollo; supongo que arrastraba una fuerte identidad burguesa”, admite burlándose de esas taras del pasado. Ahora está escribiendo un libro con gente en situación de calle. “La cuestión de los espacios y de los cuerpos en los espacios es una de mis obsesiones. Mi ojo va siempre para ese lugar.” Varias veces se plantó Silvia en la vida. Como docente, les dijo a sus alumnos que “daba clases porque no le quedaba más remedio”, pero les aclaró: “Estoy de duelo por la muerte de Kirchner”. “Esa clase media ilustrada valoró mi confesión. Ellos me respetan, me quieren, y creo o espero que se les muevan un tanto los estereotipos de la cabeza, como los que se me movieron a mí.”
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