Mié 22.03.2006
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LITERATURA

Textual

Yo solamente esperaba cuándo iba a ser la próxima vez. Si de noche o a la luz del día. Si bien la noche es inquietante, en otro sentido protege porque vuelve todo un poco más disimulado. En cambio, la luz del día suele ser despiadada. No hay dónde refugiarse de esa claridad que comienza por la cara cuando uno se mira al espejo desnudando cada rasgo hasta tener la sensación de que verdaderamente se podría llegar al alma. Desde que había estudiado medicina, ésa era mi manera de representarme una endoscopia: una luz muy fuerte, como un rayo de una coloración penetrante, de ésos que uno veía en las estampitas, buceando en la profundidad de los órganos hasta encontrar el corazón.

Esos dos hombres habían cambiado mi vida. ¿Era así? ¿O era una serie de acontecimientos que se habían acumulado uno tras otro con una lógica implacable? La muerte de Firpo había sido decisiva, me había dejado sin opciones. Después, ¿cómo hacer para retroceder? No tenía valor para quitarme la vida. Sí, había pensado en escapar. Pero, ¿quién puede escapar de los acontecimientos que lo envuelven? Pensar eso me tranquilizó: yo era una hoja en la tormenta, una hoja arrastrada por el viento.

* Fragmento de Villa (Edhasa).

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