Vincent Damon Furnier nació el 4 de febrero de 1948 y “Alice Cooper”, en sus comienzos, no fue un señor sino una banda (“Cuando promovíamos los primeros shows de Alice Cooper, la gente pensaba que iría a ver a una cantante folk”, recordó más de una vez, entre risas). Lo que en verdad hizo Cooper, además de canciones inoxidables, fue inventar el rock teatral, con su bizarra afición por el cine de terror, la sangre, las guillotinas, las sillas eléctricas y alguna que otra muñeca reducida a guadañazos; en 1975 Vincent debió cortarse (decapitarse) sólo porque sus compañeros, quizá comprensiblemente, habían quedado espantados. Se la perdieron. Desde entonces, el personaje Alice Cooper, el hoy icono del rock gracias a su espléndida visión musical de un por entonces impensable rock-show, alimentó toneladas de artistas y géneros. Cualquier músico conocido habla bien de él y hasta gozó de las bendiciones de raras gentes como Groucho Marx, Mae West o Bob Dylan (este último se enojó y dijo: “No están valorando a Alice como compositor”). Salvador Dalí vio un show de Alice Cooper en 1973 e hizo un holograma llamado First Cylindric Chromo-Hologram Portrait of Alice Cooper’s Brain.