Lunes, 13 de junio de 2011 | Hoy
LITERATURA
¿Para qué son esos dibujos?
–¿Cuáles?
–Los de su cuaderno.
No aguantaba más la intriga. Aunque no pudiera explicar cómo los había visto, porque él nunca salía de su habitación sin cerrar la puerta con llave. Y no sacaba el cuaderno de esas cuatro paredes.
–¿Cómo sabés que ahí tengo dibujos?
Lilith hizo una pausa.
–Los vi.
–¿Tenés llaves de esta habitación?
–No.
–¿Entonces cómo entraste?
Lilith señaló la ventana con la cabeza, sin dejar de mirarlo. Valiente, pensó José, encantado con su arrojo. Ya habría tiempo para castigarla más adelante.
–¿Qué viste?
–Nos vi a nosotros: A mi familia.
En menos de un parpadeo hizo el mismo razonamiento que Lilith había hecho unos días antes: si su amiguita abría la boca estaba fuera de la casa al día siguiente. Por algún motivo había guardado el secreto. Y estaba ahí con él, a esas horas de la noche. Ahora entendía su turbación de los últimos días.
–Me gusta dibujar a la gente que conozco.
–¿Para qué?
–Para entenderlos.
–¿Por eso anota las medidas, los kilos?
–Los poetas escriben lo que ven, los pintores lo pintan, yo peso y mido todo lo que me interesa.
–¿Nosotros le interesamos?
–Vos.
Lilith se ruborizó, estaba en esa edad en la que podía ser convencida de cualquier cosa.
–Me interesás vos.
–¿Por qué?
–Porque sos distinta.
No se animó a preguntar más.
* Fragmento de Wakolda(Emecé).
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