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Lunes, 19 de septiembre de 2011

CULTURA

Y en eso llegó León

En una semana cargada de melindres conceptuales, el Congreso Iberoamericano dejó espacio para que miles de personas disfrutaran de cuatro recitales al aire libre. Liliana Felipe, Teresa Parodi, la cantante española-argentina Liliana Herrero, Julia Zenko, Sandra Mihanovich, Marián Farías Gómez, el Ballet Folklórico Nacional y el Quinteto Piazzolla entusiasmaron a locales y visitantes. La multitud aplaudió a todos y todas; pero, en más de un sentido, el concierto gratuito que dio León Gieco en la noche del viernes fue un símbolo perfecto del clima de pasión por la cultura y la política que se percibía a orillas del océano.

Gieco salió al ruedo con un nuevo formato de show. Repasó su trayectoria –está por cumplir 60 años, 40 como músico profesional–, con ayuda de sus compañeros de Mundo Alas y de las distorsiones de los D-Mente. Tras un par de bromas sobre la edad, León proyectó antiguos videos suyos interpretando “Hombres de hierro”, y se sincronizó en vivo con su propia voz de hace casi cuatro décadas, para que la fusión entre el “antes” y el “después” diera pie a un recorrido autobiográfico. También habló de las canciones políticas. “Nosotros queríamos politizar la canción, pero teníamos que hacerlo con temas que entendieran los chicos y no los censores”, dijo. Así, a “Tema de los mosquitos” le siguieron “Soy un pobre agujero” y “En el país de la libertad” (“la primera canción mía que escuché en una radio”, recordó).

El relato del exilio a causa de la dictadura, la vuelta, el destino enorme –y por momentos contradictorio– de “Sólo le pido a Dios” y los recuerdos de aventuras como De Ushuaia a La Quiaca ilustraron el principio, que tampoco dejó afuera a un homenaje a las mujeres al son de “La cigarra”, de María Elena Walsh. En el segundo set, Gieco siguió dibujando el mapa iberoamericano con canciones. Sonaron obras de Zitarrosa y de Víctor Jara, y “Cinco siglos igual” –a dúo con el vocalista Andrés Giménez– estuvo dedicada al presidente boliviano Evo Morales. La llegada de D-Mente hizo delirar a los más rockeros. El Auditorium se desordenó en euforia, y familias enteras quedaron al borde del pogo. “Todos los caballos blancos” y “La rata Lali” le pusieron moño a un espectáculo que duró más de dos horas y estuvo repleto de público, a pesar de la lluvia y de los últimos coletazos del invierno.

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