Una marca distintiva de la obra de Teresa Parodi son sus retratos de vidas cotidianas que devienen universales. Así suena en este disco la zamba “Ramón Maciel”, que escribió recordando un vecino de infancia: “Ramón Maciel carpintero, con blanca madera blanca, le hace la cuna al niño del Eleuterio y la Clara”, cuenta allí. “Ramón y su señora no tuvieron hijos, y todos los chicos del barrio jugaban en su abra, en su patio, mientras él trabajaba –retoma la historia–. En todas las casas del vecindario había algo que él les había regalado a los chicos: un juguetito, una repisa, cositas de madera. Cuando estos niños crecieron y tuvieron a su vez sus niños, don Ramón Maciel pedía regalarles la cuna, y era un acontecimiento para él hacer esa cuna para cada hijo de los niños que habían sido de algún modo sus hijos.” La ternura de esta letra aparece resaltada por el dúo que Parodi emprende en el disco con María de los Angeles Ledesma. Lo mismo ocurre con “Jacinta regresa a casa”, con música de Parodi y Jorge Giuliano, una historia que resume las de tantas mujeres que trabajan limpiando casas ajenas, y un presente que puede dibujarse esperanzador. Y en “Con la misma voz”, una festiva instantánea que puede ser de una tarde de sábado, en una villa. “Los paraguayos, los bolivianos con los de aquí, tanto uruguayo, tanto peruano, tanto país”, canta Parodi. “También los argentinos se han ido a otros países a buscar trabajo y han sentido lo que es la discriminación. Si eso no nos gustó, que no nos guste lo que pasa aquí con nuestros hermanos latinoamericanos”, concluye.