Sábado, 24 de septiembre de 2011 | Hoy
TEATRO › LA ESPAÑOLA ANGELICA LIDDELL Y YO NO SOY BONITA
Por Cecilia Hopkins
Con fama de artista irreverente por sus propuestas transgresoras, la española Angélica Liddell presentará hoy Yo no soy bonita, en la Sala Casacuberta del TGSM. Se trata de un unipersonal en el cual la actriz catalana realiza una crítica a la sociedad contemporánea “autocastigando” su propio cuerpo. “Me autolesiono para revolverme contra las lesiones que causa el rol que nos han impuesto desde el nacimiento”, explica la artista cuando la consultan acerca de las motivaciones de su espectáculo, “por eso utilizo la violencia poética para defenderme de la violencia real”. Nacida en Figueres, el pueblo que hizo famoso Salvador Dalí, Liddell dice haberse educado en colegios de monjas hasta los 17 años, mientras vivía con su familia en un cuartel militar. Así cuenta los orígenes de la performance que trae a Buenos Aires: “A partir de una experiencia personal –un abuso sexual aparentemente insignificante, pero que mantuve en secreto hasta que elaboré esta pieza–, me ensucio en el origen cotidiano, rutinario y tabú de la violencia sexual. Es un miedo de nacimiento, podríamos decir que es algo así como una marca, un privilegio inverso, como si las niñas naciéramos con una letra escarlata pendiendo del vientre. Acabar con la tiranía de la vergüenza, empleando la belleza, también es de- sobedecer”. Aclara también que el tenor de su espectáculo “puede herir la sensibilidad de un público desprevenido”.
“En una sociedad misógina, androcentrista y patriarcal, las mujeres se dividen en tres: vírgenes, paridoras y putas –opina Liddell–. Mi cuerpo se convierte en una agresión contra la sociedad; mi cuerpo se convierte en protesta, en un acto de desobediencia”, subraya la intérprete formada en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, institución que abandonó antes de graduarse para formar en 1993 su propio grupo, la Compañía Atra Bilis Teatro. Desde entonces, sus obras recibieron los más prestigiosos premios nacionales y fueron traducidas al francés, inglés, alemán, ruso y portugués. La crítica española señaló: “Utilizando una estética gótica –incluye un caballo blanco en vivo así como imágenes filmadas que remiten a un tiempo de fábula–, esta performer ejecuta breves e intensos actos a través de los cuales intenta exorcizar el dolor para elaborar un manifiesto poético sobre la violencia de género”.
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