Lunes, 3 de octubre de 2011 | Hoy
LITERATURA
Hincha fanático de San Lorenzo, Fabián Casas (1965) cuenta que todavía no sabe de qué modo está repercutiendo la paternidad en lo que escribe. “De alguna manera mis tiempos están marcados por Ana, pero no sé cómo eso de ser padre se metaboliza en un texto. Creo que Sergio Bizzio me dijo que un hijo es una industria de producir miedo. Y es cierto. Es una experiencia muy intensa, se mueven un montón de muebles”, sintetiza el autor de las novelas Ocio (2000), que Alejandro Lingenti y Juan Villegas llevaron al cine; los relatos Los Lemmings y otros (2005), y Ensayos bonsai (2007). “Una hija puede curar la melancolía. Tenés menos tiempo para pensar boludeces; estás siempre haciendo y te ponés más fuerte también. Los días logrados son logradísimos. Me acuerdo del primer día en que yo solo, sin que estuviera la madre, le preparé la comida, la bañé, la cambié y a la noche le di de comer otra vez y la hice dormir. Nunca había experimentado un día tan logrado, un día que es para el otro”, confirma. Casas publicó Tuca (1990), El salmón (1996), Oda (2003), El spleen de Boedo (2003) y El hombre de overol (2007), todos ellos recopilados en Horla city (2010). En 2007 ganó el prestigioso premio Anna Seghers en Alemania. El jurado consideró que Casas representa a una nueva generación de poetas que son una “inspiración” para la juventud de su país. Dice que tiene unos relatos que todavía no funcionan. “Pero es como me pasó siempre; hay un cuento de Los Lemmings que lo trabajé durante diez años, hasta que salió –recuerda–. Y estoy escribiendo un guión con Lisandro Alonso para una película que va a filmar él, y a su vez de ese guión se desprendió una especie de protonovela. Pero ando muy lento, mi hija me volvió un adepto del tai chi.”
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