LITERATURA › ASTIER, EN HONOR A ROBERTO ARLT
Nombrar es un modo de intervenir, de patear el tablero literario. Astier, la nueva editorial que dirigen Claudio Zeiger y Gabriel D. Lerman, es un homenaje explícito a Roberto Arlt, particularmente a Silvio Astier, protagonista de El juguete rabioso, novela que reeditarán el próximo año en la colección Ficción Argentina. “Silvio Astier ha concitado durante mucho tiempo el estigma de la traición, de aquel que pasa por alto a su par, delatándolo, entregándolo al superior inmediato, a partir de lo cual gana una posición mejor –recapitula Lerman una de las interpretaciones–. Otros han visto en ese rito de pasaje un inevitable proceso de madurez, una forma de crecimiento de Silvio.” Lejos de haber sido objetada por nuevas lecturas, esta ambigüedad ha quedado latente en el imaginario. “Esa manera subjetiva de enfrentar el destino pareciera ser el emblema de un techo social que cubre a ciertos personajes porteños, a todo un modo de vida barrial que celebra el encapsulamiento y condena la superación, como si el irse del barrio fuera una falta grave –reflexiona el editor–. Pero al mismo tiempo, en una sociedad como la nuestra, acostumbrada a una movilidad social muchas veces meteórica o repentina, y tan inversamente pesada en la caída, el que rompe con las supuestas ataduras del barrio puede ser considerado justamente como un garca, como un nuevo rico o tilingo que no dudó en vender a la madre para llegar a donde llegó. Esa clase de sanción opera como un límite cultural interesante, que moldea las aspiraciones y las formas de un modo acaso comunitario, con rasgos de solidaridad.”
En el catálogo en formación de Astier entrarán en diálogo autores como Germán Rozenmacher, Daniel Moyano, Bernardo Kordon, Héctor Oesterheld, Carlos Correas, algunos textos de Jorge Asís, Germán García, Fogwill, David Viñas, Bernardo Verbitsky, Pedro Orgambide y Oscar Hermes Villordo, entre otros. Lerman explica que estos autores “entretejen temas y formas literarias cuyo centro de preocupación es el espacio donde se triangulan las relaciones entre lo popular, la clase media y los privilegiados”. El interés reside en ese cruce de una violencia solapada “donde el ambiente y el destino de los personajes que construyen estos escritores se enfrentan de un modo directo o desviadamente con su condición social”. El editor de Astier advierte que esta política de autores, que incluirá también obras de escritores jóvenes, dista de defender el realismo social contra una supuesta vanguardia formalista. Ni los temas “mal llamados” sociales por sobre los “mal llamados” frívolos. “Hace rato que los papeles están mezclados, y ha quedado claro que el vanguardismo prácticamente no existe o ha pegado la vuelta porque la Argentina le quedó chica como a Petronilo –ironiza el editor–. Por otro lado, nadie razonablemente consciente de su escritura ejerce sin filtros el planfleto o un psicobolchismo tardío. Ninguna teoría ni filosofar crítico se corresponde específicamente con una obra de arte, ni las preocupaciones aparecen en un género sí y en otro no. Se trata de bucear en cada época y tener el oído atento. Lo social en la literatura hoy aparece interrogado de un modo bastante distinto del de la polémica entre Boedo y Florida.”
Una muestra interesante de lo que puede hacer la política con el arte, subraya Lerman, es Néstornauta. El editor de Astier lanza un interrogante: “¿Qué significa, en la Argentina de hoy, que el político más importante de la última década aparezca reconfigurado en un personaje de comic tan particular como Juan Salvo?”.
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