Según Frenkel, no hay regreso posible: “La Portuaria tuvo dos períodos importantes, antes y después de que nos separáramos –en la mitad de nuestra carrera, cuando hice mi primer disco solista (1996) y formé Bel Mondo con Fernando Samalea, Ricky Sáenz Paz y Sebastián Schachtel (también de La Portuaria)–. Honestamente, siento que ahora no volvería atrás. La Portuaria cumplió un ciclo hermoso, pero cobré una nueva identidad y no siento la intención de rearmar la banda: ya fue. Si algo puedo decir de La Portuaria es que siempre tuvo actitudes de riesgo: nunca fuimos conformistas; atravesamos un montón de etapas, pasamos por momentos de mucha popularidad, fuimos y volvimos pero, bueno, en todo caso, seguir bajo el halo de ese nombre y bajo la dirección estética que La Portuaria proponía a mí ya no me nutría... y no me hacía crecer. Necesito expandirme como artista bajo mi propio nombre y dirección. No me imagino volviendo, a pesar de que son amigos y los quiero mucho. La nuestra no fue una ruptura negativa: son ciclos que se terminan y uno tiene que estar atento a soportar cambios de piel para renacer. Eso te da un nuevo impulso creativo... y la posibilidad de una nueva libertad”.

La vaca atada (2008), el disco final de La Portuaria, pareció desde su título dar cuenta de cierto premonitorio hastío grupal. Sin embargo, el ex líder brinda su interpretación: “Nos referíamos a la idea capitalista de tener una seguridad absoluta respecto de las cosas: lo absurdo del aferramiento, de la zanahoria del caballo de nuestro sistema, ¿no? En Sudamérica y en la Argentina nunca tuvimos demasiada fe en esa idea, porque vivimos una historia de constante movimiento sísmico. Ahora todo se calmó y, por suerte, nos desarrollamos más como cultura; tenemos más amor a lo que es nuestro, queremos hacerlo crecer y sostenerlo... Es algo que como país siempre nos costó mucho, más allá del deseo de cierta mayoría”.