Mié 19.04.2006
espectaculos

CINE › MEXICO, URUGUAY Y LA ARGENTINA

Tres apuestas para la sección oficial

› Por Horacio Bernades

Un amplio dominio de películas latinoamericanas marca la competencia internacional del VIII Bafici. A la coproducción uruguayo-argentina La perrera se le suman la mexicana Sangre y la primera de las dos películas argentinas en competencia. Se trata de Los próximos pasados, primera obra en solitario de Lorena Muñoz, que años atrás codirigió –junto a Sergio Wolf– la excelente Yo no sé qué me han hecho tus ojos. Películas valiosas todas ellas, esta última se destaca sobre el resto.

Aun sin saberlo de antemano, no sería difícil adivinar los antecedentes del director al ver La perrera. Treintañero y montevideano, Manuel Nieto es amigo de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, los directores de 25 watts y Whisky, y es con la primera de ellas con la que su ópera prima tiene una relación más visible. De hecho, uno de los productores de La perrera es Fernando Epstein, productor de aquéllas (el otro es el argentino Hernán Musaluppi). Ubicada en el balneario de Rocha, la ópera prima de Nieto es algo así como un estudio de la indolencia, encarnada por su protagonista. Con veintipico largos, David (Pablo Alexandre) vive con su papá y la segunda mujer de éste. Desganado, sin trabajo ni intereses a la vista, porros, hongos y masturbaciones ocupan más a David que retomar los estudios de Ciencias de la Comunicación.

Tampoco es que el ambiente estimule demasiado: su padre (el argentino Martín Adjemian, en uno de sus últimos papeles) vive regañándolo, y en Rocha no parece haber mucho más que un almacén y varios otros vagos que, a diferencia de David, cada tanto trabajan. Trabajan levantando una casa para el propio David, que cada vez que quiere ayudarlos demuestra su inutilidad. Aunque a simple vista parecería casi tan indolente como el protagonista, la película va taladrando –de forma sorda, pero persistente– el hueso del asunto, que pasa por la irresolución de David y su condición de adolescente tardío. Hay también una modulación dramática cuidadosamente construida, que lleva las cosas de un plano de comedia despreocupada a una progresiva y amarga forma de melancolía, por todo aquello que David no atina a construir (y no se trata sólo de levantar su casa). Por suerte, la película jamás entabla nada ni remotamente parecido a un juicio moral. Sólo lo observa, con una suerte de comprensión crítica, de la que el espectador no puede más que contagiarse.

Si el último plano de La perrera deja al protagonista casi en situación de atontamiento, cabeceando en una terminal de ómnibus, los personajes de Sangre parecen ya sumidos en un estado de estupor vital. Se trata de un matrimonio de vecinos del DF, él estrábico y ella no. Diego es empleado público, y Blanca es camarera de un restorancito de comida japonesa. Cuando vuelven de trabajar, ven por la tele el culebrón del día, recostados en el sofá. “Ahora me la jalas”, le dice cansinamente Diego a Blanca. Va al baño, se lava el pito y vuelve, para que Blanca haga lo suyo. Ganadora del premio de la crítica en la sección Un Certain Regarde en el último Cannes, Sangre observa a sus personajes con una mirada entomológica, materializada en la fijeza de la cámara. Una fijeza tal, que logra convertir casi en hipnótico lo más craso y abúlico. Opera prima de Amat Escalante (26 años), fue producida por Carlos Reygadas, director de Japón, que hace un cameo. La palabra “Fin”, súbitamente sobreimpresa sobre una imagen cualquiera, cierra Sangre con un baldazo de hielo.

Ahora sin Sergio Wolf a su lado, en Los próximos pasados, Lorena Muñoz vuelve sobre los pasos de Yo no sé qué me han hecho... y construye una nueva investigación (aunque no tan explícitamente policial como en aquélla) sobre un hecho enterrado del pasado. No se trata esta vez de ir en busca de una leyenda viva sino de un mural abandonado. Y qué mural: lo que narra Los próximos... es la historia del trabajo que en los ’30 el mítico Natalio “Poroto” Botana encargó a David Alfaro Siqueiros, para su casaquinta de Don Torcuato. La historia está tachonada de exilios políticos, triángulos amorosos y sexuales, pasiones incandescentes y vicios mucho más dañinos (y argentinos) que todos ésos. El abandono, la desmemoria, la desaparición y, finalmente, la maraña burocrática y legal terminaron coronando la obra de aquel coloso mexicano, y es en busca de los vestigios de esa historia que Muñoz emprende el viaje.

Como en Yo no sé..., una fuerte pulsión narrativa guía a la ópera prima a solas de Muñoz, y otra vez una consumada dosificación de la información permite vivir Los próximos pasados con el apasionado interés que despiertan las mejores ficciones. Los intervinientes (el escritor Alvaro Abós, los hijos de Antonio Berni y Castagnino, la sobrina de Botana) no funcionan como entrevistados sino más bien como guías de un viaje en el que se busca develar un enigma. O varios. Cuidadísima tanto en lo visual como en lo sonoro (los melancólicos solos de piano de Pedro Onetto tienen un rol casi protagónico) y con un trabajo de archivo e investigación maratónico, Los próximos... aparece como una de las apuestas más fuertes de la competencia.

(La perrera se proyecta por última vez hoy a las 19.45 en el Atlas Santa Fe 2. Sangre, mañana a las 12.45 en el Atlas Santa Fe 1 y el viernes a las 22.15 en el Hoyts 6. Los próximos pasados, mañana a las 20 en el Atlas Santa Fe 2 y el viernes a las 14.15 en el Hoyts 6.)

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