LITERATURA
Abelardo Castillo se entusiasma y lee la primera anotación de su diario, de febrero de 1954. “Vagamente se recuerda haber soñado y esto ya es desagradable. Se piensa entonces, ¿y los sueños olvidados, esos que ya no recordaremos nunca? O mejor: los que no recordamos en absoluto al despertar, los que ignoramos haber tenido, y es espantoso. He soñado mil sueños diminutos de los que no tengo conciencia; esas caras, esos paisajes han sido para qué.” Luego arremete con la lectura de otro breve pasaje, también de 1954. “La elección de cada expresión en la prosa debería ser algo así como la elección de los ritmos en el verso.” Castillo dice que probablemente el diario se llame algo así como Vida y literatura: “Es una oscilación entre mis ganas de escribir, lo que yo pensaba y los libros que leía”. “Ese muchacho que me entusiasma bastante después se transforma en lo que luego sería el ‘escritor ebrio’, que es el autor de El que tiene sed. Lo notable es que hasta que no dejé de tomar no hay alusiones a la bebida en mi diario; es como si lo negara totalmente. Recién pude hablar de la bebida cuando dejé de tomar, que es cuando pude escribir también El que tiene sed. Pero hay anotaciones de mi diario que sé que pertenecen a la época de la bebida por la escritura, porque me doy cuenta de que apenas podía sostener la lapicera.”
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