Una de las últimas creaciones de Juan Pablo Zaramella es Luminaris, que fue elogiada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y entró en la preselección para los Oscar del 2012, previa cosecha de aplausos en diversos festivales. El rodaje demandó dos años y medio y significó un cambio respecto de proyectos anteriores, porque se pensó en la técnica y luego se adaptó el relato. Zaramella afirmó: “Lo que queríamos contar se amoldó al stop motion con actores, que se denomina pixilation. Pero el eje siempre es narrativo”. La palabra pixilation deriva de “pixilado” o “pixi-led”, que significa literalmente “afectado por los pixies”. Y los pixies son duendes traviesos, similares a los poltergeists. En la prehistoria de Luminaris, esos espíritus juguetones brotaron del tango “Lluvia de estrellas”, de Osmar Maderna. Zaramella lo escuchó y sintió que en esa melodía se escondía un cuento. “Quería crear una narración a medida, que hiciera parecer que el tema había sido compuesto especialmente para el corto. En un punto decidí que la pixilación era la técnica más adecuada, porque la estética retro se relaciona muy fácil con el tango, y me puse a hacer tests usándome a mí mismo como actor”, recapitula el cineasta. Trabajar foto a foto y en exteriores fue un examen de paciencia. Cualquier variación climática hacía que los fotogramas acusaran recibo del cambio en la iluminación. “Sólo podíamos filmar en las calles cuando Buenos Aires estaba vacía, o sea domingos y feriados, con la luz de la mañana. Una mínima bruma podía arruinarnos la toma y teníamos que volver al domingo siguiente al mismo sitio, siempre y cuando amaneciera despejado. Si pasaban más de tres semanas, la posición del sol cambiaba: las sombras ya no nos servían en esa locación. Sergio Piñeyro –el director de fotografía– demostró que aparte de ser un genio era el tipo con más voluntad que uno podría concebir”.