“Una tarde de 1945, en el rostro de Enrique Walsh se dibujó una sonrisa de orgullo. La aparición de un poema de su hija María Elena en las páginas de la revista El Hogar era un buen motivo para hacer una tregua. Las relaciones entre padre e hija se habían vuelto difíciles (...). Si bien no era un padre especialmente mandón, la diferencia de edad con la hija menor se había vuelto una verdadera complicación. María Elena no era una chica fácil. El sabía que se encerraba en su cuarto a escribir, a menudo en largas tandas que excluían cualquier ceremonia familiar. No la entendía, le costaba aceptar el rumbo que había elegido para su vida. Era una adolescente en una sociedad extremadamente adulta. En contraste con los proyectos de vida de la mayoría de las mujeres de 1945, la elección literaria de María Elena le sonaba a Enrique cuanto menos extravagante.

Vistos externamente, los signos que María Elena le brindaba a su padre quizá no fueran tan extraños: una chica apasionada por la lectura, en edad de descubrir el amor y salir a conocer el mundo, escribía con la efusividad lírica tan propia de su edad como de la celebración romántica que autores ya consagrados habían instalado en las primeras filas de la poesía argentina de los años ’40. Bueno, una publicación en El Hogar no estaba mal. Tal vez Enrique se había apresurado un poco al juzgar a su hija con dureza.”

* Fragmento de Como la cigarra, de Sergio Pujol.