LITERATURA
Lucio Andrade abrió los ojos, los cerró y se quedó quieto. ¿Qué le pudo haber durado? ¿Tres segundos?, la pausa que va del despertar a la conciencia, cuando es el paraíso la almita, tela toda sin pintar. Se dio media vuelta y en la operación crujió el elástico. Trató de volver el recuerdo atrás. No sirvió de nada.
Acabó por sentarse en el borde de la cama, prendió un cigarrillo, prendió la radio, y siguió durante un rato la perorata cansina del locutor, contando siempre lo mismo: epidemias, revoluciones, pogroms, crímenes escabrosos, retorcidos.
–No te aguanto más –dijo, y de un manotazo corrió el dial.
Así empezó el día.
* Fragmento de Andrade (Entropía).
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