Lun 23.04.2012
espectaculos

La lengua que nos habita

› Por Gabriela Adamo *

América latina es un territorio geográfico signado por una gran fuerza creadora, que ha dado a luz escritores de altísimo nivel y que alimenta la producción literaria internacional a través de textos que, aunque sea con cuentagotas, desde la época del boom, van siendo traducidos a otros idiomas. Pero a la vez, sufre peligros ciertos y constantes que afectan, sobre todo, la forma en que tanto los escritores como los lectores se perciben a sí mismos y a esta entelequia que es “la literatura latinoamericana”. Son conocidas las anécdotas de escritores que en los años ’60, en México, esperaban ansiosos la llegada del último envío de novedades desde Argentina, y viceversa. A partir de los años ’80, la fuerza que cobró la industria editorial española fue cambiando esta dinámica y en los ’90 quedó fijado un circuito con consecuencias complejas: sólo los libros exitosos en España eran reexportados (o mandados a imprimir) a las sedes en otros países, y así Barcelona se convirtió en una escala ineludible para el tránsito de gran parte de la cultura en español. Salvo por casos excepcionales –entre los que se destacan las pocas coediciones entre editoriales pequeñas de distintos países del subcontinente–, el comercio directo entre editoriales, distribuidores y libreros latinoamericanos fue muy limitado. No se trata, desde ya, de planes maquiavélicos de las empresas españolas, sino de simple pragmatismo económico, pero que debe ser contrarrestado desde nuestros países a través del fortalecimiento genuino de las editoriales, las librerías, las bibliotecas y los hábitos de los lectores.

Es posible que, hoy en día, la situación esté atravesando un nuevo cambio. La crisis económica mundial y el cambio paradigmático generado por nuevas tecnologías, como el libro electrónico y las redes sociales, están sacudiendo la dinámica de la industria editorial global y nadie sabe muy bien cuál será la próxima etapa. Lo que sí sabemos es que, en nuestros países, las ferias del libro cumplen un papel fundamental en la educación, la formación y el estímulo a la lectura de la población. Por eso, siguiendo el ejemplo de la Feria de Santiago, Chile –la primera en organizar un diálogo de escritores latinoamericanos, el año pasado–, decidimos convertir algunas de nuestras salas en lugar de encuentro para que los lectores puedan escuchar y participar de los debates más apasionantes sobre el tema. Queremos establecer un contacto directo entre las literaturas de Buenos Aires y San Juan, Lima y Asunción, Quito y San José, Bogotá y Montevideo...

Nos alegra sobremanera anunciar la visita de más de quince autores, que se reunirán entre el 27 de abril y el 3 de mayo para hablar de las cuestiones que de veras les interesan. Y sabemos que, en el marco de la fiesta de libros que es la Feria, esas conversaciones girarán en torno de la literatura: qué temas, qué preguntas, qué exploraciones son necesarias en América latina, qué tradiciones nos sostienen y qué ideales nos impulsan a escribir y a leer. Más allá de todo, cuál es la lengua que nos conforma, que nos habita y de la que, a la vez, somos dueños. Como dice Ariel Schettini en su precioso libro El tesoro de la lengua, se tratará de buscar y acercarse a “la lengua que nos construye y nos dice nuestros límites”.

* Directora de la Feria del Libro.

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