Lun 14.05.2012
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LITERATURA

Los perros anárquicos

En La luz difícil, David se queja de que los periodistas que lo suelen entrevistar por sus pinturas nunca le preguntan por la diferencia entre el “canis zombis familiaris neoyorquino” y el “canis lupus familiaris” colombiano o latinoamericano. ¿Cuáles serían esas diferencias entre los perros neoyorquinos y latinoamericanos?

–Los perros neoyorquinos se describen en la novela; parece que los dueños los tienen que jalar para que se muevan. En cambio los perros colombianos son anárquicos: ellos jalan al dueño, muerden la correa, no les gusta la correa. Yo tenía una perrita que le ponía la correa y se sentaba como si dijera “Así no camino” (risas). Y cuando la soltaba, caminaba. Los perros colombianos comen huesos de pollo sin problemas; los de Manhattan se mueren: son muy finos. Y a mí me ha tocado tener los dos tipos de perros.

–¿Y cuál prefiere?

–Los perros latinoamericanos...

–Parece que le gusta la anarquía.

–Un poquito sí (risas). Me da pena cuando veo esos perros que no se interesan por las ardillas. En Nueva York no las ven. Y no ladran, o ladran poquito. Quizá sea un exceso de buenos modales. Los anglosajones educan a los perros de una manera muy rígida y los latinoamericanos no somos tan rígidos. Por eso nuestros perros son más anárquicos y libres. La perrita mía, Cocola, era una belleza persiguiendo gallinas en la finca. Pero tuve que educarla un poco porque, si no, la envenenaban los dueños de las gallinas.

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