TELEVISION
- Adriana Amado Suárez: “Me parece que no teníamos relatos que nos ayudasen a entender mejor qué pasaba por la cabeza de la gente corriente, qué mecanismos nos llevaron a hacer del gobierno militar el marco de la vida cotidiana. Me parece que Costumbres argentinas fue un primer intento, pero que no pasó más allá del costumbrismo de vestuario. Quizás algunas películas los incluyeron como personajes secundarios, pero nos faltaban esas historias mínimas de la gran mayoría que fueron construyendo ese largo capítulo de la historia reciente”.
- Germán García: “Este proceso da un paso interesante en relación a historias anteriores que llevaban implícita una condena moral. Es el paso previo a poder pensar la situación hacia atrás y a reelaborarla como ficción. Ahora me gustaría ver aparecer las tramas singulares: amores, odios, pasiones puestas en juego, y ya no ficciones en las que los personajes sean meras ilustraciones de movimientos políticos y sociales”.
- Marcelo Camaño, guionista de Montecristo: “Hasta ahora creían que era un tema piantavotos: los productores tenían miedo de que la gente no fuera a soportar la temática y se fuera. Era un prejuicio de gerencias o productoras; pero esta vez tuvimos una recepción muy clara y tranquila del canal. No solamente tratamos el tema de las víctimas de la dictadura, sino también el del represor (Roberto Carnaghi) que puede llegar a divertir en algunas escenas. Sus situaciones pueden causar gracia: la intención es caricaturizar el momento que está viviendo hoy sin perder de vista lo terrible que fue en el pasado. En mis laburos (Doble vida, Resistiré), los villanos han sido siempre muy humanos, con cosas buenas y malas; nunca pulcros o virginales; no arquean la ceja como el malo de una telenovela mexicana”.
- Adriana Lorenzón, guionista de Montecristo: “Lo innovador es encuadrar un tema no habitual para la ficción diaria en la telenovela. En las películas testimoniales, salvo lo que ocurrió en un fenómeno masivo como el de La historia oficial, de Luis Puenzo, es difícil llegar a más gente. Desde la ficción, falta tomar una conciencia más profunda sobre el tema más allá de la ideología. Ya tenemos claro como sociedad que no queremos más eso, pero... ¿qué hacemos con lo que quedó de eso? Hay víctimas, chicos que buscan su identidad, abuelas que buscan a sus nietos... Pero la acción que se narra en torno a la dictadura no es aventura; es acción dramática, búsqueda de culpables; los malos son malos históricos, responsables de esa situación. Abordar el género desde otro lugar pretende acercar a más gente al tema más allá de la tragedia. Es hacerlo un tema nuestro, volverlo más humano”.
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