Lunes, 22 de mayo de 2006 | Hoy
MUSICA
“Es preferible arder antes que desvanecerse”, escribió Kurt Cobain en su nota de suicidio. Había tomado esa frase de una oda al rock’n’roll firmada por Neil Young y llamada Hey hey my my (de la cual La Renga hizo una versión en español). A los 60 años, el canadiense todavía entra en combustión cuando toca la guitarra eléctrica, como si necesitara dar pelea contra la amenaza de tornarse artísticamente intrascendente. De todos modos, su nombre ya está escrito a fuego en la historia del rock, tanto por sus inicios con Buffalo Springfield y por sus ocasionales encuentros con Crosby, Stills & Nash, como por sus discos acústicos que rezuman country y hippismo, y los saunas de lava eléctrico en los que suele embarcarse con Crazy Horse, su banda de garage. Aunque sólo llegó una vez al tope de los charts, con la canción Heart of Gold (1972), es una leyenda viviente con clásicos como Powderfinger, Sedan Delivery, The Needle and the Damage Done, Cortez the Killer y Tonight’s the Night. Si en los ’80 estuvo cerca de ese temido “desvanecerse” y hasta su compañía de entonces le hizo juicio por publicar “discos poco representativos” (del rockabilly a la influencia de Kraftwerk), en los ’90 retomó la furia de Crazy Horse y se convirtió en un referente ineludible para la Generación X. En enero del 2001 visitó la Argentina por única vez.
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