CULTURA › OPINIóN
› Por Ana María Shua *
Nadie que pretenda convertir la lectura en un hábito puede transmitir ese placer loco, esa adicción, esa maravilla. El que lee no es fácil de manipular. Mientras lee no puede recibir mensajes publicitarios, es inmune a los discursos políticos, no oye, no ve, no participa. Lee, abstraído y feroz. Es un mal consumidor. Es, a lo sumo, un consumidor de libros. Necesita poco. Si prestamos atención a sus palabras literales, no es a los poetas a quien Platón echa de su dictatorial República, sino a los lectores. Es tarde para expulsar a Homero. Se debe impedir, entonces, que los ciudadanos lean sus obras.
Y así debe ser, desde que todos los dictadores después de Platón y su terrible utopía, han desconfiado de los escritores, de los libros, de los lectores.
* Escritora.
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