CULTURA › MININO GARAY EN BORIS CLUB
› Por Cristian Vitale
“Se puede venir del cuarteto cordobés y llegar a los grandes escenarios del mundo sin complejos, ni nada”, reflexiona Minino Garay. Se puede intuir que, como buen cordobés de la baja, sus primeros parches batieron al compás del Cuarteto Leo. O de la Mona. Que, cuando se fue a vivir a Francia hace más de 20 años, ocurrió una simbiosis más que un descubrimiento. Un acercamiento de mundos. Un choque de Córdoba con Africa con epicentro en una ciudad donde todo puede ocurrir: París. “Amo esa ciudad. Vivo en el barrio Le Marais, el barrio 3, y es como estar en Palermo hace 20 años, porque antes era muy popular y ahora es chic, caro, pero yo me nutro más de la inmigración africana y árabe que está en las zonas populares. Hay racismo, hace 200 años que lo hay, pero también trabajos sociales que organiza gente que lo rechaza. Y yo estoy ahí, colaborando”, explica.
Esa es la base donde pergeñó Gabriel, el disco que presentará hoy en Boris Club (Gorriti 5568). Gabriel, porque así se llama él y porque, tras su nombre, aparece un versátil percusionista y baterista que no es de un género, sino de muchos. “Lo llamé así porque nadie conoce mi nombre y quise mostrar una parte mas íntima de mi carrera artística al servicio de la música, la melodía y el ritmo. Se me conoce por mis discos con los tambores del sur, pero ésta es otra faceta de mi personalidad”, define y la prueba está en los hechos: trece piezas en las que Minino, con el jazz como bandera y eje, recrea a Wayne Shorter (“Infant eyes”); Ariel Ramírez (“La peregrinación”), Magic Malik (“Pilote”), Cuchi Leguizamón (“Balderrama”), y Egberto Gismonti (“Palhaco”), entre otros. “Es un disco de jazz, porque lo he practicado de una manera u otra, y siempre aparece lo mismo: la libertad total”, sentencia él, que optó por tales músicos porque, en la mayoría de los casos, tocó con ellos. Con el Cuchi, durante cinco conciertos en París, en 1990; con Gismonti, cuando le tocó compartir una gira por el sur de Francia, en la que el brasileño estrenó “Palhaco”. “Era un tema con aire de baguala, y recuerdo que al terminar cada recital yo iba con el bombo a su camarín y le cantaba canciones argentinas. Eran momentos de hermosa intimidad”, evoca Garay. El lazo con Shorter viene del momento en que la cantante Dee Dee Bridgewater –con la que Minino trabaja hace años– grabó “Footprints”, con letra de Ira Coleman, bajista de Sting y Herbie Hancock. “Hicimos el arreglo musical con Dee Dee y a Shorter le gustó tanto la versión que le permitió a Dee Dee utilizar su música y rebautizarlo ‘Long time ago’, con música de Shorter y arreglos míos”, recuerda.
–¿Y Ariel Ramírez?... le dio vuelta “La peregrinación”, un clásico.
–(Risas.) Bueno, fue al único que no conocí, pero ese tema lo grabó por primera vez Jaime Torres, de quien soy muy amigo, e hicimos un disco maravilloso junto a Magic Malik, Altiplano.
Minino lleva tres discos a la fecha. Es parte central del grupo de Bridgewater y viene de grabar en los últimos discos de los pianistas Jacky Terrasson y Baptiste Trottignon. Además, ha recorrido el Africa, donde puso su atención en los ritmos de Mali, y su música se define a través de un mosaico que conlleva sonidos afrolatinos, jazz y folklores criollos. “Vivir en Francia fue muy importante, porque llegué en el momento de esplendor del movimiento de jóvenes artistas que mezclaban música parisiense con la de países árabes, africanos, flamencos, hindúes y europeos. Por eso formo parte de ese movimiento tan poderoso, que se expandió por el mundo con Richard Bona, Magic Malik, Jacky Terrasson, Anga Díaz, Julien Lourau y yo, que fui el primer percusionista que llevó el bombo legüero y el cajón peruano a todas la músicas de Francia: el jazz, la world music y las canciones francesas”, se florea.
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