Lunes, 7 de enero de 2013 | Hoy
LITERATURA
Hasta el sopor sanguíneo de los jóvenes representa en Pripyat una fuerza de máxima vitalidad, frente a los carteles y vehículos sin ruedas que existen sólo para crear la ilusión de un tiempo detenido hasta nuevo aviso. El ingeniero Roger Hooke observa las cadenas de chatarra que tensionan la zona de exclusión y escribe en los márgenes de su manual de operaciones. De ahora en más, explicará a dieciocho meses de su incursión en la ciudadela, seremos los agentes escultores de un micropaisaje del que poco sabemos y del que nunca deberíamos habernos ido. Los jóvenes aprendieron que observar un objeto también es despedirlo. Que hay que desprenderse de su sustancia impregnada de pasado. Que es funcional vivir en paralelo a ellos sin rozarlos. Con el paso del tiempo cada objeto desaparecerá, alentado por su voluntad creadora. Antes de abandonar para siempre la zona de exclusión, un explorador escribe con aerosol en la piedra esta frase: “La cultura no nos protege de nada”.
* Fragmento de Cuaderno de Pripyat (Entropía).
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