Miércoles, 30 de enero de 2013 | Hoy
TEATRO
Desde 1994, Hochman encabeza y dirige la Escuela de Circo La Arena, su propia compañía abocada a la enseñanza e investigación de las artes de este rubro. Hasta aquí un modelo de educación convencional, similar al emprendido por otros artistas y apasionados por las técnicas antes reveladas únicamente hacia el interior del lienzo de la carpa. Lo que representó un giro vertiginoso en la transmisión de la técnica fue en realidad un nuevo proyecto al que se subió en 2010, cuando la Universidad Nacional de San Martín le propuso hacerse cargo de la dirección del Area de Artes Circenses, diplomatura incluida. La experiencia de enseñanza pública, que vino a profundizar el precedente trazado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero que desde 2009 dicta la carrera de Artes del Circo, corre por una vía similar a la trazada por modelos como los de Francia, Canadá y Rusia, donde existen espacios de formación públicos desde hace varias décadas.
–¿Cómo es enseñar circo bajo la órbita de un plan de estudios avalado por una universidad nacional?
–Hace muchos años que soy docente y que además de ponerme al mando de clases, llevo adelante una escuela de circo. Eso lo llevo en el alma. La transmisión y la enseñanza, aunque no sea de familia en familia, la emprendo con mucha pasión. Tengo la propia, pero los alumnos también son mi familia. La inclusión en la universidad fue un encuentro muy importante con una institución. Sentíamos que el programa de formación profesional que ofrecíamos en La Arena, de manera privada, tenía un techo muy claro.
–¿Y cuál era?
–En principio presupuestario, porque la cuota de los alumnos era la que financiaba el proyecto. Eso tenía un límite. Al aprendiz no le podés pedir todos los recursos que hacen falta para llevar a cabo un programa tan sofisticado, como lo es un programa intensivo de circo. El hecho de poder conjugar esto en una universidad nacional, en una institución educativa y académica, donde el presupuesto para financiar un programa así viene de otro lado... La sensación fue que se corrió el techo y vimos el cielo. Aprovechando ese encuentro nos dedicamos a construir un espacio de formación y a defenderlo. Además de ofrecer la formación artística de circo, ofrece una conceptual y teórica. Y contás con la visión universal de ese espacio académico en el que uno hace circo al lado de un científico. Considerar al circo como una rama del conocimiento es algo muy estimulante.
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