Domingo, 10 de febrero de 2013 | Hoy
CINE
No es ninguna novedad señalar que La ciénaga marcó a fuego el cine argentino de este milenio. Sí quizás sorprenda su influencia en la cultura audiovisual salteña. “Su aparición fue muy inspiradora. Siento que terminó de envalentonarme para pensar en una historia que transcurriera en un entorno más propio”, asegura Sarasola-Day en referencia a su coterránea Lucrecia Martel. El vínculo se ve desde el mismo inicio, en esa aristocracia venida a menos a la que pertenece la pareja protagónica de Deshora. “Esa clase es bastante característica de Salta, una provincia muy antigua, con familias que llegaron hace 300 o 400 años y que en su momento tuvieron un poder económico y político muy importante, que lentamente fueron perdiendo. Muchas de ellas no supieron manejar las herencias que recibían, y entonces la decadencia está ahí, en no poder aprender cómo mantener esas fortunas o salir adelante. Hoy son familias en general muy numerosas que viven en casas de algún tatarabuelo. Pero si bien todavía se mantiene ese peso simbólico, Salta ahora está cambiando. Hay una movilidad social muy grande y estamos empezando a aceptar lo diversos que somos. Entonces quizás tengas un apellido con mucha historia e importancia, pero sos un proletario que tiene que trabajar igual que todo el mundo. Es lo que le pasó a mi familia, que en su momento lo tuvo todo, pero a mí hoy me toca una realidad muy distinta”, concluye.
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