TELEVISION
El estreno de The Following se dio en medio de interesantes debates sobre la representación de la violencia en los medios masivos de Estados Unidos. Por las cada vez más frecuentes matanzas en lugares públicos, Tarantino tuvo que defender Django sin cadenas y Stephen King no eludió responsabilidades y se pronunció a favor del control de armas (ver el notable artículo que escribió el autor de Carrie, publicado por el suplemento Radar el pasado 10 de febrero). El paso siguiente de la industria del entretenimiento fue obvio. En una postura hipócrita, se recortaron escenas de próximos estrenos (Gangster Squad, por ejemplo) como un maquillaje para seguir su curso sin culpa. ¿Cómo le fue a esta serie en su país de origen? El primer capítulo lo vieron en total más de 20 millones de espectadores y el interés sigue en aumento (va por su quinta entrega). Lo interesante del caso es que el programa no elude esta discusión sino que parece sumergirse a conciencia en ella, como aquello que los mismos norteamericanos denominan guilty pleasure (placer culposo).
“Sólo en Estados Unidos hay 300 asesinos en serie activos”, reza el slogan de The Following. La prensa de su país la catalogó como una de las series “más violentas y atemorizantes alguna vez hechas para la TV” (USA Today), “difícil de apagar y más difícil de ver” (New York Times), aunque también le cayeron por llevar el cliché del asesino serial demasiado lejos y por sus grandes dosis de violencia gratuita. “Este es un thriller acerca de una asesino en serie. Es lo que es y no es una comedia –declaró su protagonista–. Como tal, quiero estar en mi asiento con miedo, quiero sentir escalofríos. La verdad es que no sé de dónde surge la fascinación por el tema, será una forma de confrontarlo sabiendo que no es real. Seguramente haya más sujetos viendo programas o películas sobre asesinos seriales que documentales sobre la cuestión. Pero no lo sé.” Recientemente, un capítulo de Tabú (por NatGeo) desentrañó aspectos de la llamada “murderabilia”, el coleccionismo ligado a productos que pertenecieron a homicidas célebres. En el programa se exponía a este negocio en expansión –fomentado principalmente por la web– y se analizaban las polémicas entre familiares de víctimas, políticos y aquellos que forman parte de esta subcultura o lucran con ella. Y esto, claro, no es ficción.
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