El mago de la familia es Emanuel, pero quien tomó la iniciativa en la niñez fue Matías Gandolfo, que debutó en cine en Funes, un gran amor, de 1993, y como director teatral en La soga, de Patrick Hamilton. Matías cuenta que comenzó “comprando jueguitos de magia”, pero cuando tuvo que decidirse e ingresar a la escuela de Fu-Manchú abandonó todo. Entonces tenía 11 años y su hermano, seis más. “Emanuel fue a la escuela, arrancó y ahora vive de la magia. Hace diez años, esta ocurrencia parecía cosa de locos”, puntualiza. Los conocimientos de Dora Baret sobre ontología del lenguaje influyeron en la adaptación de Déjà vu? Yo estuve aquí alguna vez. “Fueron apenas unos toquecitos, pero necesarios. La obra original dura dos horas y media y nosotros la bajamos a dos. Le quitamos algunas repeticiones y agregamos detalles que nos interesaba destacar. La idea es ser más comunicativos y directos en el menor tiempo posible”, señala. “Estas adaptaciones responden a nuestra lectura, a lo que nosotros entendemos de la obra y no a lo que el autor quiso hacer, porque eso no lo sabemos. Priestley no vive para preguntarle.”