TEATRO › OPINIóN
› Por Lía Jelín *
Al maestro de Jesús, Hillel, El Viejo, un invasor le pidió, con sorna, que describiera el judaísmo mientras se sostenía sobre un solo pie. Hillel, ya muy viejo y débil, dijo, mientras se sostenía en equilibrio: “El judaísmo consiste en no hacerle al otro lo que no querés que te hagan a vos. Lo demás es solamente comentario”. De ese mismo modo, si uno le saca todos los comentarios al psicoanálisis, toda la literatura, todos los alumnos y todas las corrientes, en su última instancia el tratamiento psicoanalítico es un acto de amor del psicoanalista hacia su paciente, que es correspondido por su paciente. Y cuando un paciente se puede curar, es un acto de devolución de ese amor que le ha dado el psicoanalista. Dejando de lado las diversas interpretaciones religiosas, morales o éticas a las que puede dar lugar Dios mío, el núcleo de esta obra trata de esa relación de amor y de lo que he dado en llamar el milagro de la curación.
* Directora de Dios mío.
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