Martes, 23 de julio de 2013 | Hoy
TEATRO
El reencuentro de Eva y su madre puede que nunca haya existido, que sea sólo una proyección del deseo de los personajes, nacida entre el sueño y la vigilia. Una inconsistencia y una duda que no comparte el director Daniel Veronese, autor de la versión y quien así opina: “Creo que sí se produjo el encuentro, cada una sale perjudicada –y quizá beneficiada– de distinta manera. La actitud más infantil resulta la de Charlotte, ya que niega y negará hasta que la casa se le desmorone encima y la ahogue, pero todavía representa bien un papel que viene acompañándola desde hace años. Eva, por el contrario, utiliza su hogar como un catalizador de sensaciones antiguas, dolorosas. Abre la puerta de la jaula –¿a pesar suyo?– y la jauría parece que comienza a devorarla como antaño, pero no, Eva no es la misma, creció por sufrimiento, no es la misma”.
–¿Existe una lucha personal con el deseo que cada personaje cree haber perdido par siempre?
–Parece que lo deseado –o lo que emerge como deseado– en la madre no tuviera demasiados conflictos, o mejor dicho nada que ella no pudiera manejar con sabiduría. El deseo de Eva está más oscurecido, golpeado y maltratado en mayor medida por el episodio de la muerte de su hijo. Esa es su religión. En eso cree. O se desmorona.
–¿Cómo encaró la puesta y la dirección de actores? ¿La obra alienta un cambio de roles por aquello de que “la hija da a luz a la madre”?
–Encaré la obra como encaro todo el teatro. Busqué encontrar la vida que escondía esa trama. Hay muchas palabras, muchas ideas y pocas acciones, muy pocas. Como desarrollar desequilibrios en texto semejante: permitiendo que seamos esos personajes. Hay demasiado dolor en la obra. Sin embargo, nos fue posible acercarnos, comprender y sentirnos identificados, aun creyéndonos seres medianamente más felices que ellos.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.