–¿Está la idea de repetir esta experiencia en otro barrio?

–Tenemos la idea y las ganas. Creemos que esta Casa es ejemplar. Ya hay otras, este gobierno inauguró 67 Casas del Bicentenario. Esta es producto del ejemplo que surgió de las Casas del Bicentenario que hicimos con el Ministerio de Trabajo, la Secretaría de la Presidencia, el Incaa y el Instituto del Teatro. Hacía falta una experiencia más amplia y contenedora. Abrir otras es mi sueño y lo estamos conversando. Es un esfuerzo que a Cultura le queda grande: no podemos abrir diez Casas. Sin embargo, éste es un gobierno que trabaja en equipo. Hay que hacer Casas en lugares como éste, en los conurbanos, el Gran Rosario, Tucumán... en cualquier lugar de la República donde haya zonas en las que pareciera que el derecho humano y esencial que es la cultura no está presente. Si bien el concepto de franquicia no existe en el Estado, sería magnífico que ésta sea concebida como una experiencia para copiar. Creemos que con este proyecto que hoy gobierna es posible...

–Sí. Por suerte, las sociedades en democracia eligen. No puedo negar que me preocupan los comentarios de los lectores de La Nación. Hoy en Twitter me preguntaron cuál fue la experiencia más conmovedora que viví en torno de la Casa. Y son dos: la primera es la alegría y el entusiasmo del barrio. Y la segunda algo que escribió un tipo en Twitter. Puso: “A lo mejor algún chico pasado de paco lo asesina a Coscia. Va a ser una desgracia con suerte”. El tipo se llama Martín. No firma con apellido, es anónimo. Cuando pasa eso, pienso en Eva Perón. Cuando te entregás al trabajo social, hay un montón de hijos de puta a los que les duele.

–Hace mucho que lo caminamos. Uno de nuestros colaboradores, Víctor Ramos (ahora coordinador general de la Casa de la 21), trabaja acá hace mucho. Uno no puede de-sembarcar aquí de la nada y hacer esto. Extendimos una mano que ya estaba extendida desde adentro.