Se puede decir que The Eraser es algo así como Kid B. O el hermanito menor de Kid A y Amnesiac, los dos discos de Radiohead que espantaron a buena parte de los fans del insuperable OK computer. O tal vez llenar columnas de diario con nombres de subgéneros de subgéneros de la música electrónica para intentar explicar cada beat, cada porción de sonido que Thom Yorke cortó y pegó con los ojos atentos a la pantalla de su laptop. Pero, en ese caso, el bosque estaría tapando el árbol: sí, la arquitectura sonora del disco es importante y podría calificarse de preciosista en su enfoque mínimo, pero lo que late en The Eraser son nueve canciones que hasta podrían ser tocadas con una guitarra acústica bien fogonera. Algunas de ellas son oscuras hasta lo ominoso, por más que estén envueltas en clicks, guitarras desmembradas o pianos viviseccionados. Una, muy politizada, aunque haya que estar al tanto de que refiere a la muerte de David Kelly para entender el mensaje que transmite Yorke; si no, bien podría ser una de esas letras crípticas hasta lo impenetrable que al tipo le salen redonditas. Otras canciones se revuelcan en esa típica mezcla de angustia, ansiedad y desazón que Yorke se saca de encima cada vez que la vuelca al papel, en una suerte de exorcismo privado. “Cuanto más tratás de borrarme, más aparezco”, canta en la canción que le da título al álbum. Y es cierto: por más que él se haya propuesto en el pasado “cómo desaparecer completamente”, en The Eraser la melodía está sostenida casi únicamente por la voz del líder de Radiohead. Esa garganta notable, que va del susurro al tono plañidero en cuestión de segundos, atrapa de inmediato la atención y no la suelta. Es que la más extraña y huraña estrella de rock del presente cada día canta mejor.