Domingo, 1 de junio de 2014 | Hoy
LITERATURA › ESPACIO PARA LA FORMACION
En los primeros años de democracia, María Teresa Andruetto fundó en Córdoba, junto a otros colegas, un espacio cuyo sentido y función se liga al de su trabajo de años: el Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil de Córdoba (Cedilij). Ese trabajo de años tuvo que ver con la construcción de lectores, y por lo tanto con preocupaciones como la formación docente. Una zona de trabajo –-podría decirse, de militancia– que nunca ha desligado de su propio oficio de escritora y que sigue asumiendo como parte de esa tarea.
–¿En qué cambió el panorama desde que empezaron a trabajar en el Cedilij, a principios de los ’80, hasta ahora?
–Cambió mucho. Desde entonces a hoy se dio un crecimiento enorme de la presencia de la literatura en la escuela. Esto tiene que ver, entre otras cosas, con la formación de mediadores: camadas y camadas de maestros que se forman como lectores a partir de aquellas primeras camadas de la posdictadura, el crecimiento de la construcción lectora de los maestros, con todas las variantes del caso. También fue muy importante la extensión de la carrera de formación docente, de dos a cuatro años, y la inclusión de la literatura infantil como materia. En la actualidad lo que me parece notable es la presencia del Estado, sobre todo en la compra de libros y el suministro de libros a escuelas. Y, últimamente, en lograr que esas compras sean para la totalidad de las escuelas del país. Es importante porque la construcción de lectores es una construcción de Estado, porque construir lectores es más que construir lectores: es construir también ciudadanos. Ciudadanos más críticos, más conscientes de sí mismos. No sé si la literatura lleva a una mayor felicidad, pero sí estoy segura de que lleva a una mayor conciencia de nuestra presencia en el mundo.
–Y en esa construcción de lectores, ¿cuál es el mayor desafío para acercar a un niño a la lectura?
–Para construir lectores hacen falta pocas cosas, pero muy importantes: buenos libros, buenos lectores que sepan tender el puente hacia los lectores que comienzan, y espacios donde eso pueda desarrollarse. Para un chico que viene de una familia en la que esos bienes culturales están presentes, esos espacios existen. Pero hay muchos chicos que no tienen eso de arranque, entonces es central, es fundamental, el espacio de la escuela. Hoy en la Argentina el gran espacio transformador es la escuela. Un espacio muy difícil, porque tiene la posibilidad de transformar y a la vez tiene una gran tendencia a conservar. Entonces, cómo hacer que la escuela, que es un espacio donde se conservan ciertos modos de funcionamiento, de cohesión social, costumbres, formas, sea al mismo tiempo un espacio transformador, ése es el desafío. He visto muchos modos de resolver la construcción de lectores, que necesita de maestros muy formados, muy lectores. Incluso no se puede pedir a todos los maestros que sean apasionados de la lectura, hay maestros que prefieren otras zonas de conocimiento. He visto escuelas que llevan adelante proyectos maravillosos con un solo docente puente que trabaja con todos los grados. Puede haber muchas formas. Pero hay algo que es central: si el docente toma conciencia de su poder con respecto al aula, a la escuela, a los chicos que pasan por él, si toma conciencia de su rol en la construcción de ciudadanos, si se empodera, si se niega a ser rehén de las elecciones de otros... entonces, cualquier transformación es posible.
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