La semana pasada, Bates Motel retornó a la pantalla de Universal (va los lunes a las 22). “En la segunda temporada vamos a ir un poco más adentro de White Pine Bay, creo que hay mucho más por descubrir ahí”, le había prometido a Página/12 Carlton Cuse, productor ejecutivo de esta ficción que parte de una propuesta sinuosa. No es exactamente una precuela de Psicosis, aunque presente a Norman Bates justo antes de que conozca a Marion Crane, una de esas rubias que tanto hacían delirar a Hitchcock y terminaba muerta a cuchillazos en una ducha. O sea que Bates Motel tuvo la difícil tarea de moldear algo a partir de un tótem. Las buenas críticas y el rating han acompañado a la producción. En los primeros diez episodios, la tira se centró en la conflictiva relación entre Norman (Freddy Highmore) y su madre Norma (Vera Farmiga), los problemas familiares y casos policiales irresueltos en ese páramo de Oregon. La segunda temporada comienza con las consecuencias del asesinato de una profesora que atraía al joven desequilibrado. Y como le anticipó el protagonista a este diario: “Todos van a morir, salvo Norman”.