TELEVISION
Cada entrevistador tiene su escuela; Martin también. A la hora de preparar una entrevista, dice que es de interiorizarse bastante sobre el entrevistado, pero sin llegar a la obsesión. “Leo bastante data. Cuento con un equipo periodístico interesante, con Pablo Plotkin y Emi Pizarro, que son periodistas que respeto, valoro y que son especialistas en el rubro entrevistas. Además, vienen de la gráfica, por lo que tienen otra cabeza, otra mirada, hasta otra profundidad. Ojalá sea la oportunidad de demostrar cómo la gráfica puede alimentar la TV. Hay informes, datos, que a mí me contienen. Pero trato de no contaminarme, porque si no estás todo el tiempo pendiente del apunte y uno pierde la posibilidad de escuchar y repreguntar que dan el cara a cara, el tono”, subraya.
–¿Usted es de la escuela que prefiere no aparentar saber más que el entrevistado?
–El entrevistador que quiere ser más protagonista que el entrevistado comete un vicio grave. Es grave porque me suena a una Masterclass. Es como traer a un cocinero para decirle cómo se prepara el plato. Es de pelotudo, la verdad. No me gusta el entrevistador sabelotodo. Para mí es el otro el que te tiene que contar, el protagonista. Creo que el conocimiento hay que usarlo para preguntar, no para afirmar, para “enseñarle” al entrevistado. Hay colegas a los que les cuesta entender eso.
–Alejandro Fantino ha contado que muchas veces juega a no saber determinadas cosas acerca del entrevistado, como un acting para darle fluidez a la charla. En su caso, ¿está más cerca del acting o de la naturalidad?
–Hay una cuota de acting. Es una puesta en escena: es un ciclo de TV, donde estamos maquillados, disfrazados, iluminados, hay cámaras... Más vale que hay acting. Ese es un punto de partida. Fantino me parece un buen entrevistador, y creo que esa actitud de “sorprenderse” es una buena manera de acompañar a la gente, se sitúa en el asiento del espectador... Alguien le puede contar que lo operaron seis veces y Fantino exclama: “¡No te puedo creer!”. El ya lo sabía, por eso lo invitó. Pero en esa actitud reacciona como lo hace mucha gente en su casa, la está acompañando y pregunta desde la incredulidad del público. Creo que ese recurso rinde para empatizar no sólo con el entrevistado, sino también con el que te está mirando.
–Matías Martin en su intimidad, en la charla con un amigo, fuera de los medios, ¿es muy diferente al personaje público?
–Sí, seguro. Hay algo natural en mí que me predispone a la charla. Soy un tipo súper inquieto, que hace que sea preguntón y curioso. Eso aparece todo el tiempo en mi vida. Pero al aire supongo que soy más simpático que en mi vida personal, donde soy más parco y ácido. Uno también sonríe, trata de pasarla bien y ser agradable, pero con los años uno se pone más ácido.
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