TEATRO
Dueños de personalidades diferentes y bien definidas, Walter Santa Ana y Juan Cedrón comparten y han compartido parecidas aficiones y varias experiencias artísticas. El gusto por la literatura, el teatro, la música y el cine no dejó espacio –dicen– al aburrimiento. “Los de mi generación veían todas las películas de Ingmar Bergman”, apunta Cedrón. “¿Qué chico de entonces se iba a perder Un verano con Mónica?” Santa Ana, actor de importante trayectoria en los teatros Cervantes y San Martín, se inició –cuenta– en 1956, en Los Independientes, grupo y teatro que lideró Onofre Lovero y funcionó donde hoy se encuentra el Payró, creado por Jaime Kogan. Entonces debutó con La dicha impía, de Pablo Palant. Por su lado, Cedrón recuerda su primera salida al gran escenario, en 1962. Fue en el Luna Park, durante un homenaje al poeta español Marcos Ana, preso durante veintitrés años en las cárceles franquistas. “Cuando vino a la Argentina se hizo un gran acto del que participaron muchos artistas. El maestro de ceremonia y régisseur era Oscar Ferrigno (padre). El me lanzó al escenario. Me empujó, diciéndome: ¡Ahora te toca a vos! No lo olvidaré nunca. ¡Qué gente, mamita!” Otro tanto opina Santa Ana: “Hacés bien en recordarlo, Ferrigno era una persona extraordinaria. ¡Y todo lo que hizo por el teatro! Armaba giras verdaderas por todo el país con su teatro Fray Mocho. Llevaba a la compañía por pueblos y hacía funciones en las estaciones de trenes y donde podía”. Cedrón no olvida y retorna a ese acto político-cultural en el Luna: “Canté solo, acompañándome con la guitarra, un tema de Julio Huasi y ‘El último organito’. Todavía tengo el afiche de aquel homenaje. Fue un honor para mí. Yo era un pibe, pero no sentí miedo. Parece que me tenía fe”.
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