Cuando se lo piensa a Borges tanto desde las críticas que se le hicieron en los años cuarenta y en los setenta, que lo calificaron de “antiargentino”, como desde la recepción en el exterior, donde se lo considera un escritor universal, parecería que el autor respondiera a una imagen de cosmopolitismo opuesta a quienes contribuyeron a la constitución de una hipotética “identidad argentina”. Nada más errado, pues lo que ocurre con Borges es que, a partir de una reflexión sobre lo que significa ser argentino y por ello escribir en un país marginal –de la que surge, asimismo, una poética literaria–, redefine tanto el lugar del escritor argentino frente a la tradición nacional e internacional como la función de la literatura.

Esa “operación” implica construir su espacio de escritura en una “posición excéntrica” en diversos aspectos y sentidos de los que destaco sólo tres, que lo convierten en un auténtico posmoderno. Respecto de la tradición nacional e internacional, ya que al ser a la vez un marginal en relación con el centro (la tradición occidental) y un cosmopolita en el margen, lee y utiliza ambas tradiciones desde un lugar desplazado y productivo. Respecto de los géneros literarios, con los que realiza una hibridación que ha llevado a la crítica a hablar de sus cuentos como ensayos y reflexiones metaliterarias, de sus poemas como narraciones fantásticas y de sus ensayos como ficciones. Por fin, debido a su idea de la creación literaria como reescritura, versión y per-versión pues el escritor es, antes todo, un lector, y un lector excéntrico por ser argentino.

* Escritora, profesora de Teoría Literaria en la Universidad Nacional de Mar del Plata, traductora y crítica literaria.