Domingo, 16 de noviembre de 2014 | Hoy
CULTURA
Otra de las múltiples aristas de Miguel Grinberg se relaciona con la meditación tibetana y el espiritualismo, sobre todo en los últimos años. Tanto que incluso muchos lo llaman “el gurú”. “Se deben pensar que me afeité la cabeza y me puse una túnica naranja, pero no estoy en esa tesitura. Por más que haga meditación tibetana, que son técnicas de respiración, no me voy a convertir ni en hindú, ni en japonés, ni en tibetano: soy un judío occidental, me guste o no me guste”, se planta el movedizo vate. “Me pasé todos los ‘80, hasta la conferencia de Río ‘92, alzando el estandarte verde de la ecología a través de Mutantia, y después me entregué de lleno a la meditación tibetana y la espiritualidad. Son capítulos confluyentes de un mismo volumen, digamos”, cuenta.
–Hoy la ecología “está de moda”. ¿Qué pasaba en la época de Mutantia?
–Salí con esa revista en 1980 con una postura absolutamente ecologista, cuando la izquierda y la derecha se cagaban en la ecología, y Clarín decía que la Argentina no tenía problemas ambientales.
–No era el criterio de otros sectores, igual.
–Del mismo Perón, por caso, que hizo una carta a los pueblos, en vísperas de la Conferencia de Estocolmo en 1972, y la tenía perfectamente clara: anticipó muchos caminos e incluso, cuando volvió a ser presidente, creó una Secretaría de Medio Ambiente con Yolanda Ortiz a la cabeza. Que, por supuesto, fue disuelta por la Junta Militar, pero que igual creó caminos con los que por ejemplo me encontré en el llano cuando creamos la Red Nacional de Acción Ecologista. Fue algo valioso, desde ya.
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