TEATRO
Jorge Eiro y Facundo Aquinos se conocieron en el taller de Alejandro Catalán, un docente que los influyó y marcó su modo de encarar la actuación y el teatro. Hablan de una interpretación muy ligada a la presencia física del actor, a su cuerpo, sus rasgos, su vestuario, su forma de hablar. “Catalán trabaja mucho con lo que el actor trae con su presencia, con su cuerpo. Ahí arranca el trabajo, que puede derivar hacia zonas impensadas”, advierte Aquinos. Ambos fueron premiados por la Bienal de Arte Joven de la Ciudad: Aquinos como mejor actor y Eiro como director. Por eso, este año participaron de dos experiencias enriquecedoras. Jorge viajó a Nueva York para asistir al programa intensivo de formación para directores, Directors Lab, en el Lincoln Center Theater. “Fue increíble. Un mes en esa ciudad con gente de otros países, viendo mucho teatro, debatiendo, hablando de nuestra obra, del teatro en Buenos Aires”, explica. Hubo algo que le llamó poderosamente la atención: “Cuando les conté que estuvimos trabajando casi un año y medio como si fuera un laboratorio, probando cosas, desechando, buscando, no lo podían creer. Allá los procesos son más cortos: reciben la plata, escriben y montan con la idea de que sea un éxito. En dos o tres meses ya tienen lista la obra”. Aquinos no viajó al exterior pero, como premio, asistió al seminario que en esta ciudad dio durante nueve semanas la compañía francesa Théâtre Organic, con foco en el trabajo físico de Jacques Lecoq. Al resto del elenco (Julián Cabrera y Facundo Livio Mejías) lo conocieron a través de otro joven actor y director, Nahuel Cano. Todos ellos se alinean en una teatralidad muy estimulada no sólo por Catalán, sino también por Sergio Boris y por Ricardo Bartís.
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