TELEVISION
“En mi caso se trata de poder aportar para dar a conocer este tipo de historias”, dice en la teleconferencia Leonardo DiCaprio, muy consciente de lo que su nombre e imagen generan. Tampoco es un neófito en la cuestión del cuidado ambiental. Creó su propia fundación en 1998, aunque dos años después, tras la realización de La playa (Danny Boyle, 2000), le llovieron críticas por el estado en el que había quedado esa isla de Tailandia. El actor redobló la apuesta en su compromiso con acciones permanentes, sea realizar edificios verdes, donaciones o narraciones en documentales, como el corto Carbón, producido este mismo año, y La última hora (Nadia Conners y Leila Conners Petersen, 2007), suerte de secuela de La verdad incómoda (Davis Guggenheim, 2006), y muy en la línea del predicamento del ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, en el tema. Sin el prejuicio de caer en lo aleccionador o la solemnidad, DiCaprio asume su rol como una suerte de “Bono de Hollywood”. El actor de 40 años recientemente fue nombrado como Mensajero de la Paz por la ONU. En septiembre, DiCaprio se dirigió a los líderes mundiales reunidos en la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas instándolos a que adopten medidas para combatir el problema. “Como actor, finjo para ganarme la vida. Represento a personajes ficticios a menudo resolviendo problemas ficticios. Creo que la humanidad ha mirado el cambio climático de la misma manera”, dijo entonces. “Este grupo, quizá más que cualquier otra reunión en la historia humana, se enfrenta ahora a una difícil tarea que puede hacer historia... o ser vilipendiado por ella”, expresó sin dobleces.
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