HISTORIETA › OPINIóN
› Por Lautaro Ortiz
Si admitiéramos que llegar a los 100 es sólo el paso cifrado del tiempo, los zapatos “inexorables” a los que nos acostumbramos, el cómodo “devenir” de las suelas o la emperrada vuelta a casa, si llegar a los 100 fuera solamente la mera acumulación de circunstancias, páginas más páginas, entonces no habría más que un festejo: sobrevivir. Sin embargo, en esta Fierro, el tiempo se transita y siente de otro modo, y por eso otro es el agasajo: la creación permanente en estado puro, sin restricciones, sin culpas, sin mandatos, a espaldas de las directrices y contra las reglas, aceptando la pulsión de la desmesura y del arrebato. Así es vivir y así es como lectores y hacedores vemos y leemos, somos testigos de un arte en movimiento, que revisita y reafirma su origen pero no se encadena, que se inspira pero no se asfixia, y es capaz de seguir su camino resistiendo la horma chica del tiempo. Es otro el agasajo que nos convoca: la reunión, el crecimiento, el talento y el trabajo de dibujantes y guionistas que, pese a las inclemencias, siempre asaltaron este espacio como “el” lugar para desarrollar, explorar y perfeccionarse. Que 31 libros de historieta estén hoy presentes en librerías, después de haber nacido (serializadas) desde las páginas de esta revista, nos llena de orgullo. No celebramos los cien, sino que brindamos por seguir teniendo este espacio de libre expresión, criticado a veces, pero que sigue adelante, que apuesta a la comunicación con el otro a partir de la imaginería en tiempos de meros e insoportables sistemas de informaciones. Una anomalía: eso es Fierro, en todo caso. La única que se disfruta los segundos sábados de cada mes.
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