En el encuentro que Página/12 tuvo con Christopher Lee en el Festival de Locarno, en agosto de 2013, el actor habló casi más de música que de cine. “Hice algunos musicales y grabé varios discos incluso. El primero fue en 1998, se llamaba Christopher Lee Sings Devils, Rogues & Other Villains y ahí canté en cinco idiomas: inglés, francés, alemán, italiano y ruso. Después vino un disco que se llamó Revelation, que incluía música country & western, como ‘The Streets of Laredo’ y ‘High Noon’, un poco a la manera de Frankie Lane (N. de R.: y tararea la clásica balada de A la hora señalada). Y últimamente hice dos discos conceptuales de heavy metal: Charlemagne: by the Sword and the Cross y Charlemagne: the Omens of Death. Este último se editó a comienzos de este año. Por eso, como verán, yo creo que hay que probar de todo en la vida. Si uno puede, claro, si uno puede...”.

Ese día, Christopher Lee estaba enojado con la crónica de un periódico italiano que afirmaba que en su charla pública en el festival había hablado de su devoción por el canto y que, en vez de cantar un fragmento de un aria de la ópera de Don Carlo, de Verdi, como lo hizo, mencionó apenas un recitativo. “No es verdad, yo canté. Hay una escena increíble, la del acto IV, en la que el rey canta un aria famosísima, ‘Ella giammai m’amò’. Y ante él aparece el Gran Inquisidor: tiene 90 años (casi como yo), está ciego, y pregunta: ‘¿Estoy en presencia del rey?’. Y ayer, cuando alguien preguntó si, a mi edad, yo todavía cantaba, yo dije que sí. Y canté las primeras estrofas del Gran Inquisidor...”

La voz no se hizo esperar. Con una potencia y una gravedad que hacían temblar la mesa y los grabadores, Christopher Lee se transformó allí, de pronto, en un nuevo, impensado villano, en el Gran Inquisidor que le exige nada menos que al rey matar a su mejor amigo. Su italiano era impecable, tanto como su voz, que sonaba indemne al paso del tiempo. “Ven, puedo cantar”, afirmó vengativo, ante la mirada pasmada los testigos del raro prodigio. “Espero que publiquen lo correcto, se han escrito tantas cosas de mí que yo nunca he dicho o hecho...”, se lamentó resignado.