Domingo, 28 de junio de 2015 | Hoy
Aquellos que hayan visto La chica del adiós y Sin hijos habrán encontrado muchos puntos en común. Además de tener a Peretti como protagonista, tanto la obra de teatro como la película transitan por la comedia romántica, compartiendo la temática de las “familias ensambladas”, como fenómeno actual complejo pero nunca trágico. También sobre las tablas o en la pantalla grande se percibe cómo el actor se permite jugar con mayor libertad el rol de comediante. En Sin hijos se expresa más desde lo gestual; en La chica del adiós le da rienda suelta a la actuación física. ¿Se trata de una búsqueda profesional intencionada, en la que la comedia pasará a ser prioridad? “Seguiré trabajando en todos los registros”, aclara. “En cine, la comedia romántica la fui probando y me fue bien. Noto mayor expresividad facial en el cine. Si el personaje no me pide una caracterización específica y simplemente vivir las situaciones con la que se tropiece el personaje, probablemente vaya a ser muy parecido a mí. Me di cuenta de que en el cine funciono con el timing de la comedia. En el teatro, empecé con El placard a darme cuenta de esa veta humorística, con esas caracterizaciones caricaturescas que pedía la obra. Esa expresividad física me hizo dar cuenta de cierta efectividad que tenía mi poética corporal respecto a la comedia. En La chica del adiós sigo soltando al comediante que descubrí en El placard”, reconoce.
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