Mar 29.08.2006
espectaculos

Textual

Lo bueno de mi página era que llamaba a la solidaridad. Mis mejores amigas de ese momento eran quienes me ayudaban a mantenerme en forma. Muchas veces jugábamos competencias a ver quién podía adelgazar más kilos en determinada cantidad de días. No me era muy difícil ganar, porque siempre fui muy obstinada. Podía pasar días y días sin comer: el problema no era mi voluntad o mi autocontrol, el problema eran mis viejos. Ellos eran la única razón por la que podía parar. Cuando veía que mamá me ponía muchas caras o la escuchaba llorar con mi papá, empezaba a comer de nuevo y perdía las competencias. Por eso sólo bajé diez kilos, por eso pesaba cuarenta y siete y no treinta y ocho: por mis viejos, por ser consciente del mal que les estaba haciendo. Siempre que llegaba a ese límite volvía a la vida, a comer, a sufrir comiendo. En Me como, además de grupos, había testimonios que me enviaban chicas anoréxicas contando quiénes eran, qué hacían, por qué eran anoréxicas y qué sentían al respecto. Todas ellas me agradecían fervientemente que existiese Me como y con ella la posibilidad de expresarse. En algún momento, además de los testimonios, abrí un concurso para escribir cuentos y publicarlos en mi página... Fue maravilloso saber que mi personaje, Lágrima, tenía tanto alcance... Me decían que yo era su ídolo, que querían parecerse a mí y que tenían mis fotos en sus computadoras y billeteras.

(Fragmento de Abzurdah.)

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