Jue 06.08.2015
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CINE › NANNI MORETTI PENSó Y ESCRIBIó SU úLTIMO FILM POCO DESPUéS DE LA MUERTE DE SU MADRE

“Mis películas no son una terapia personal”

En Mia madre, el director de Caro diario aborda nuevamente el tema del duelo, algo que le parece lógico debido a su edad. “A los 20 o 30 años, jamás hubiera filmado algo así, la muerte no era un tema que me inquietara”, confiesa.

› Por Isabella Risso

Por tercera vez en su carrera, Nanni Moretti, que en días más cumplirá 62 años, incursiona en el tema del duelo. En La habitación del hijo (2001) era la muerte del hijo. En Caos Calmo, que no dirigió pero sí escribió e interpretó, la de la esposa. En Mia madre, presentada en la última edición del Festival de Cannes (donde participó nada menos que por séptima vez de la competencia oficial), el realizador de Caro diario trata la muerte de la madre. Vuelve a hacerlo, como a lo largo de toda su obra, a partir de su propia experiencia: su madre, que como la protagonista del film trabajaba como profesora de latín, enfermó durante el rodaje de su film previo, Habemus Papam (2011), y falleció mientras Moretti completaba el montaje de esa película.

En Mia madre, Margherita Buy –que luego de El caimán (2006) y Habemus Papam trabaja por tercera vez a las órdenes del realizador– hace de una directora de cine cuya madre enferma gravemente mientras ella filma su nueva película. En la entrevista que sigue, Moretti habla sobre la relación entre cine y realidad, su negativa a asumir su cine como “autobiográfico”, la proyección de su personalidad en los personajes, las angustias que le produce el cine, su elección de John Turturro para encarnar a uno de los personajes de la película y el sentido de la extraña frase “metete en el papel, pero mantenete al costado”.

–¿Qué lo lleva a volver sobre el tema del duelo?

–A medida que pasa el tiempo y por motivos casi biológicos, uno piensa más y más en la muerte. En la medida en que la muerte de la madre es una circunstancia importante en la vida de todo ser humano, me pareció que ameritaba dedicarle una película.

–En el film previo y como es lógico, la muerte del hijo, ocurrida en un accidente, teñía la situación de un tono más trágico. Aquí, en cambio, al tratarse de una circunstancia natural, en algún punto esperable, la muerte de la madre da lugar a un duelo más sereno.

–Cuando filmé La habitación del hijo yo tenía un niño pequeño y ese film era un modo de exorcizar un miedo profundo. Mia madre surge en cambio de una experiencia personal concreta. Obviamente, ambas películas (y se podría incluir también a Caos calmo) son producto de la edad, el crecimiento. A los 20 o 30 años, jamás hubiera filmado ninguna de estas películas, la muerte no era un tema que me inquietara.

–Lo que se mantiene como constante en su cine es el hecho de filmar a partir de lo que le sucede.

–Me parece lo más genuino: que una película surja como producto de la necesidad personal de hablar de algo, de pensar en algo. De todos modos, quiero aclararle que ninguna de mis películas me sirvió para “tomar conciencia” de nada. Mucho menos, como forma de terapia personal.

–¿Le resultó más doloroso filmar esta película que otras?

–Sólo en una instancia preliminar, cuando revisé los diarios que había escrito durante la enfermedad de mi madre, buscando allí material para los diálogos entre madre e hija en la película. El resto del tiempo fue una película como cualquier otra. Durante un rodaje hay que prestar tanta atención a tantas cosas concretas que ni se piensa en el “tema” de la película. Mucho menos, en el modo en que ese tema te afecta en lo personal.

–Sin embargo, empezó a pensar en la película bastante “en caliente”, ¿no?

–Sí, más “en caliente” de lo que suele hacerlo. Generalmente dejo pasar un tiempo, desde el momento en que termino una película. Necesito tiempo para desestresarme. Esta vez empecé a escribir muy poco después de la enfermedad y muerte de mi madre.

–¿En ningún momento pensó en interpretar usted mismo el rol protagónico, como había hecho en La habitación del hijo?

–Hace tiempo que no protagonizo una película (desde La habitación del hijo, de hecho) y me parece bien así. Siempre creí que la protagonista debía ser una mujer, porque quería tratar la relación madre-hija. Y también la relación de una mujer con su propia hija, y con su trabajo, así como la de la abuela con la hija. Por otra parte, Margherita Buy, con quien trabajo por tercera vez, es una actriz extraordinaria. No se me ocurre una opción mejor para un protagónico. Tomé el papel de su hermano porque me iba bien.

–¿Escribió el argumento con tres mujeres en función de ese hincapié en lo femenino?

–Tal vez, pero no fue algo que haya programado de ese modo. A dos de ellas, Charia Valerio y Gaia Manzini, las conocí en un ensayo, un tiempo atrás. Con Valia Santella somos amigos desde hace tiempo, es una persona de confianza.

–¿Por qué el guión definitivo lo escribió con Santella y un tercer guionista, Francesco Piccolo?

–No sé decirle, francamente. Me pareció lo mejor, pero no sabría decir exactamente por qué. Sé que escribir de a tres es lo que siempre me dio mejor resultado. Esta es también la tercera ocasión en que escribo junto a Federico (Pippolo), luego de El caimán y Habemus Papam.

–¿El hecho de que la protagonista se llame Margherita y el hermano Giovanni, como usted, es un modo de subrayar el carácter autobiográfico de la ficción?

–Una ficción es siempre una ficción, nunca es como la vida. Hay un guión, interpretaciones, ensayos, encuadres, montaje... Nada de todo eso se parece a la vida.

–Pero su madre también trabajaba como docente, como la mamá de la película.

–Sí, era profesora de latín y griego en el colegio Visconti.

–El mismo de la película.

–Sí.

–¿Usted diría que todas sus películas tienen componentes autobiográficos?

–Siempre y cuando se entienda por eso algo no lineal. En mis primeras películas, cuando interpretaba a personajes que se me parecían, incluía en ellos cosas de otros. Inversamente, en películas interpretadas por otros, les pasan cosas que me pasan a mí. La sensación de desajuste que sufre el cardenal de Habemus Papam es algo que yo he sentido más de una vez...

–También la protagonista de Mia madre se siente incómoda, en relación con las circunstancias que le tocan vivir.

–Se trata de una sensación muy afín a mí. La muerte de un ser querido siempre te hace sentir como fuera de vos mismo. Pero incluso en aquello que debería ser más rutinario no dejo de sentirme así. Durante un rodaje sigo sintiéndome tan angustiado e inseguro como en mis comienzos. Siempre hay algo que puede fallar, algún imponderable. El sol que no sale cuando tiene que salir, un detalle que no tuviste en cuenta, algo que falla a último momento... Tiempo atrás creía que iba a llegar un punto en que, por experiencia, tendría las cosas más bajo control. No fue así: hoy en día sufro de tanto insomnio y pesadillas como cuando recién empezaba.

–La protagonista de Mia madre filma un film político, que no parece tener mucho que ver con su vida personal.

–Esa era la idea: quería confrontar las circunstancias de su vida, que le tocan muy íntimamente, con su trabajo. No quería sumarle más elementos “personales”, me parecía que de ser así iba a quedar demasiado cargado. En bien del conjunto era necesario aliviar un poco ese aspecto. Por eso, además, la película que filma es muy estructurada y clásica, para que hubiera un contraste con la desestabilización que le genera la circunstancia que está atravesando.

–Margherita les repite varias veces a los actores que quiere que se metan en el personaje, pero también que se mantengan afuera. Los actores mucho no le entienden. ¿A qué se refiere? ¿Es algo que usted piense?

–Sí, es algo en lo que creo profundamente. No me gustan los actores que se entregan al personaje en cuerpo y alma. Tanto cuando se trata de una película mía como de otro, me gusta que se vea al personaje, pero también, al mismo tiempo, la personalidad del actor. Igual, le aclaro, no es algo que les diga explícitamente a los actores, porque sé que les va a costar entenderlo (risas).

–En la película que filma Margherita, John Turturro hace el personaje del industrial estadounidense que compra la fábrica y despide trabajadores. ¿Qué lo llevó a elegirlo?

–Varias razones. Por un lado, obviamente me gusta cómo actúa. No es un actor “naturalista”. Además de eso, habíamos tenido algún encuentro previo, y yo necesito conocer de antes a la gente con la que trabajo. No me da llamar de golpe a una estrella a la que no conozco. Turturro, además, al ser de familia italiana, habla bastante bien el idioma. Conoce el idioma y la cultura: filmó un documental muy bonito sobre la música napolitana, que se llama Passione (2010).

Traducción, edición e introducción: H. B.

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