Tiempo suspendido no proviene directamente de estas pampas, pero casi. Laura Bonaparte sufrió, entre fines de 1975 y 1977, la desaparición de tres de sus cuatro hijos y el padre de ellos en manos de las Fuerzas Armadas. Desde entonces fue uno de los máximos emblemas de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, librando una incansable lucha por los derechos humanos. Pero a fines de la década pasada dejó de hacerlo: sus más de ochenta años empezaron a pasarle factura atacando, cruel paradoja vital, la memoria. “Me llamó la atención que alguien que había repetido y luchado por mantener viva su historia terminara olvidándola”, reflexionó durante la función de prensa su nieta Natalia Bruschtein, quien recordó que ante ese escenario decidió armar las valijas desde México y volver a la Argentina para filmarla. El resultado es un emotivo relato que campea entre aquel pasado de lucha y un presente fragmentado, incompleto pero familiar. El crepúsculo de la heroína fue, felizmente, junto a los suyos.